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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Estaba siempre ante sus ojos, como un maestro amenazador, pronto a corregir el más leve descuido en la lección. Lo que más temía el pobre diestro, encerrado en su traje de seda roja con grandes golpes de oro, era el regreso a casa en las tardes que su padre fruncía el ceño, mostrándose descontento.
Estaba tan amenazador, que Bobart, espantado, permaneció en su butaca sin hacer un movimiento, sin pronunciar una palabra. Le doy á usted un minuto para decidirse á responder. Dentro de un minuto le haré á usted responsable de la emboscada que aquí se ha ejecutado. ¡La emboscada! exclamó Bobart, fuera de sí por el terror. ¿Quién la ha preparado? ¡Ah! ¿Usted sabe, pues, lo que ha sucedido?
También se ofreció a su vista la suma, que corría pieza tras pieza, desarrollando sus unidades en dilatado espacio, y vio la apremiante hora de aquel día, que despuntaba amenazador... Recobrose la infeliz súbitamente abriendo los ojos.
De propósito recalqué la palabra "adivinar", pero la cantante no pareció comprender el alcance amenazador que había yo dado á mi respuesta. Sonrió y me ofreció la mano diciendo: Tengo mucho gusto, caballero, en conocer á usted. Debo confesar que en aquel minuto decisivo no había en Jenny Hawkins más que muy poca cosa de Lea Peralli.
Apolonio paseaba, nervioso y tremante, zapatería arriba, zapatería abajo, erguida la cresta, amenazador continente, transido de funesta cólera. No le faltaba sino que le nacieran espolones. No podía resignarse a la humillación. Era imprescindible y apremiante demostrar al mundo que su cerebro aventajaba en altitud al de Belarmino, como el cedro al hisopo. En esto entró Novillo.
Lo que es Miguel el Negro... continuó la muchacha arrostrando la indignación de su madre; pero en aquel momento se oyeron unos pesados pasos y una voz brusca preguntó, con acento amenazador: ¿Quién habla del duque Miguel con tan poco respeto y en sus propias tierras? La muchacha dio un ligero grito, entre atemorizada y risueña. ¿No me acusarás a tu amo, Juan? preguntó.
El chico, al oírla, miró iracundo a su madre y a Jacobo, haciendo un gesto amenazador, en que se veía palpitar el hombre bajo la frágil envoltura del niño. ¿Qué? gritó Jacobo desafiándole . Nadie te ha llamado aquí... ¡Vete! Inyectáronse en sangre los ojos del niño, y dio tan fuerte golpe con el tiento, que lo rompió en dos pedazos. ¡No me da la gana! gritó.
Este hizo un signo amenazador de cabeza y se retiró seguido por la mirada de Fabrice, que no le quitó la vista hasta que le vio franquear la verja.
No faltaban allí las estampas chinescas en papel rojo representando á un hombre sentado, de aspecto venerable y pacífica y sonriente fisonomía, detrás del cual se levanta su servidor, feo, horroroso, diabólico, amenazador, armado de una lanza con ancha hoja cortante; los indios, unos lo llaman Mahoma, y otros Santiago, no sabemos por qué; los chinos tampoco dan una clara esplicacion de esta popular dualidad.
Sus gritos pusieron en alarma a la calle toda, como las campanadas de un incendio, y por ventanas y puertas aparecieron los vecinos. ¡Qué caras y qué fachas! El gritar de Maricadalso era por momentos lastimero y dolorido, a veces amenazador y delirante.
Palabra del Dia
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