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Alzase enfurecido Otames, saca la espada; da Zadig un salto del caballo el alfange desnudo. Ambos empiezan en la arena nueva y mas peligrosa batalla; ora triunfa la agilidad, ora la fuerza. Vuelan al viento heridos de menudeados golpes el plumage de sus yelmos, los clavos de sus braceletes, la malla de sus armas.

Próximos á los eunucos esclavones estan los esclavos negros, lujosamente uniformados y cubiertos de armas resplandecientes: llevan túnicas blancas, yelmos sicilianos, y al brazo escudos de varios colores, y armas cuajadas de oro.

Los brillantes escuadrones de las dos grandes órdenes militares se adelantaron en formación perfecta, y cuando ya los arqueros preparaban sus armas vieron con sorpresa que sus enemigos se detenían, blandiendo lanzas y espadas, y que de sus filas se adelantaban dos guerreros armados de punta en blanco, caladas las viseras y con grandes penachos blancos que sobre los relucientes yelmos ondeaban al viento.

Enfrente de este portal clásico había una puertecilla, y por los dos yelmos de Mambrino, labrados en finísimo metal del Alcaraz y suspendidos á un lado y otro, se venía en conocimiento de que aquello era una barbería.

Bronces antiguos, raras porcelanas, macetas de Pompeya con plantas tropicales, lámparas árabes, persas y romanas, igual una de estas a la célebre di capo danno del Museo Vaticano; bustos, cuadros, estatuas, yelmos, espadas, partesanas y armaduras completas de varias épocas rodeaban cual páginas sueltas de la historia de todos los tiempos el caballete de Currita, que, colocado en luz conveniente, parecía recibir un reflejo de la luz del cielo, que el grandísimo tuno de Celestino Reguera aseguraba ser el mismo, mismísimo que derramaba en otro tiempo el grupo de las nueve musas sobre las frentes de Rafael, Velázquez y el Ticiano.

Desde aquel día la vieja mansión había permanecido absolutamente como era, sin sufrir la menor alteración, con su hilera de obscuros y envejecidos retratos de familia en el gran hall, su amueblado estilo rey Jacobo y sus antiguos yelmos y lanzas que habían sufrido los golpes y choques de la batalla de Naseby. La noche era terriblemente fría.

Además, los escoceses son por lo general muy pobres, aun sus jefes, y pocos de ellos pueden comprarse una cota de malla tan modesta como la que yo llevo puesta. De aquí que luchen con gran desventaja contra nuestros caballeros, muchos de los cuales llevan encima yelmos, petos, manoplas y cotas que representan el valor de cuatro ó seis mayorazgos escoceses.

Se cuenta que fueron muchos aventureros con los yelmos puestos, y justaban rompiendo en varias piezas las varas, y que encubiertos se presentaron tambien los hijos del Rey armados de torneo, y con ellos siete ú ocho mas que entraron en las telas, que estaban debajo del punto del adarve que ocupaban sus padres.

Los tres arcángeles son tres muchachas altas, esbeltas, airosas y tan ligera como elegantemente vestidas. Yo aseguro que parecen de verdad los tres arcángeles, con alas refulgentes, con áureos yelmos y con fulmíneas espadas. Pero si fueran tres hembras de formas exuberantes, paticortas y cabezudas, ¿cómo habían de parecer arcángeles?

No ganaron los infieles un palmo de terreno: acabábase el dia y los últimos rayos del sol poniente arrancaban rojizos destellos á los yelmos de una pequeña hueste procedente de Espejo, que iluminada de espaldas aparecia en el horizonte como un enlutado escuadron de gigantes.