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Cuando solemos encontrarnos con seres mezquinos, con almas degradadas, para las cuales el respeto propio es vana palabra, que si llega a los oídos no conmueve el corazón, ni tiñe de rojo las mejillas, decimos: «¡Alma de esclavo!» Y sin quererlo pensamos en una vida de miseria que envileció el carácter y encanalló el espíritu.

Un joven de sesenta años disponiéndose a asistir a una suaré; pantorrillas postizas, porque va de calzón; un frac diplomático; todas las maneras afectadas de un seductor de veinte años; una persuasión, sobre todo, indestructible de que su figura hace conquistas todavía... ¿Y allí? Una mujer de cincuenta años. Obsérvala; se tiñe los blancos cabellos. ¿Qué es aquello?

Realmente es muy ridícula la situación de un hombre que se tiñe, el día en que se decide a renunciar a la pintura, porque la edad lo exige o porque se convence de que nadie cree en el engaño... Allí va en un coche la duquesa de Gravelinas... No me ha visto... 'Abur Feijoo.... ¡Qué bajón ha dado ese hombre!... Vamos, ya entro por mi calle de Correos.

Es más: a quien nació idealista, es decir, con un exceso de vida espiritual propia, que tiñe con sus matices el espectáculo de lo real, será siempre en vano predicarle que tome por otra senda, como será no menos imposible empeño apartar de la suya al que, escaso de facultades imaginativas, ve las cosas como son, y les aplica el menor grado de transformación artística posible. Y vamos andando.

Paquito nada había dicho; púsose muy encarnado, con ese santo carmín con que el pudor instintivo tiñe las facciones de la inocencia, y destrozando entre sus deditos, sin darse cuenta de ello, una anforita romana, extraño lacrimatorio de vidrio que había sobre una mesa, ocultó con varonil esfuerzo las gruesas lágrimas que le brotaban de los ojos.

No su incomparable hermosura la cautiva, no la brisa matinal suave y fragante la embriaga. Una arruga profunda surca su frente, signo de intensa preocupación, de temor y de anhelo. Su faz, ordinariamente blanca, se tiñe ahora de carmín por la fatiga. Cuando menos lo esperaba, en una de las revueltas del retorcido camino se encontró con las primeras casas de la aldea.

Buena bola os daría yo. Ahí viene Casa-Muñoz. ¿Pero qué veo? ¿Es él? Ya no se tiñe. Ha comprendido que es absurdo llevar el pelo blanco y las patillas negras. No me mira, no quiere que le salude.

El ácido prúsico o cianhídrico, señora, es un veneno muy difícil de fabricar, imposible de adquirir, imposible de conservar puro, aun en recipientes negros. ¿Y deja trazas? ¡Magníficas! Tiñe a las gentes de azul; así es cómo se ha descubierto el azul de Prusia. Usted se burla de nosotros, doctor. Usted no tiene respeto ni por aquello que hay de más sagrado en el mundo: la curiosidad de una mujer.

El inglés Dampierre, según se lee en la historia de los viajes del abate Prevost, se engañó cuando dijo que el abacá era solamente conocido en Mindanao. El abacá se tiñe fácilmente de azul y de encarnado.

Ella guarda silencio y se ase a la balaustrada. La espuma baila delante de sus ojos y se tiñe de mil colores. Gertrudis dice el joven tratando de tomarle la mano; he venido a decirte adiós para siempre. ¿Vas a dejarme partir sin una palabra? Y yo, yo he venido para dar reposo a mi alma; dice ella, retrocediendo ante la mano que la toca.