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¡Qué mala es esta pájara! decía doña Desdémona , no sabe usted lo mala que es. Ha matado ya tres maridos... y de los hijos no hace caso. Si no fuera por el macho, que es, ahí donde usted lo ve, toda una persona decente, los pobrecitos se morirían de hambre.

Y la lengua se le pegaba al paladar y los ojos se le humedecían al recuerdo de aquel régimen nutritivo digno de eterna veneración. Las dulces memorias de la Bética vivían siempre en su corazón y sólo morirían cuando éste cesase de latir.

Al verse, se avergonzarían de verse; no dejarían de amar de otro modo a Salomón y a Guadé; no podrían amarse entre del mismo amor que los amaban, y morirían más pronto y más desesperadamente. El lance no tenía otra solución que la más lúgubre, a no ocurrir algo con visos de milagro, como ocurrió en efecto.

Más adelante, cuando recogiesen las cosechas, prendería fuego a los pajares, incendiaría los cortijos, envenenaría los ganados de las dehesas. Los que estaban en la cárcel, esperando el momento del suplicio, Juanón, el Maestrico y los otros desgraciados que morirían en garrote, iban a tener un vengador.

Ellos tenían sus familias y con más necesidades seguramente que la familia de aquel indio: el uno tenía una madre que pensionar y ¿qué cosa hay más sagrada que alimentar á una madre? el otro tenía hermanas todas casaderas, el de más allá numerosos hijos pequeñitos que esperan el pan como pajaritos en el nido y se morirían de seguro el día en que su destino le faltase; y el que menos, el que menos tenía allá lejos, muy lejos, una mujer que si no recibe la pension mensual puede verse en apuros... Y todos aquellos jueces, hombres de conciencia los más y de la más sana moralidad creían hacer todo lo que podían aconsejando la transaccion, que Cabesang Tales pagase el cánon exigido.

Los americanos que han hecho fortuna saben bien que su país es inhabitable como no sea para ganar dinero. Por eso se apresuran á venir á establecerse en Europa. Si se les quisiera jugar una mala pasada, no había más que obligarles á vivir en sus United States. Se morirían de fastidio. Por eso sus hijas manifiestan tan decidida propensión á casarse con franceses ó ingleses.

¡Hiciste bien en llamárselo, hija mía! ¿Quién es ella para ponerse a jugar contigo? exclamó, en un sincero arranque de soberbia, la mujer de Simón . Y si después de esto no saca tu padre al suyo los ojos, o el dinero que le debe, te digo que no tendrá sangre ni vergüenza. ¡Miserables! ¡Tras de que si no fuera por uno, se morirían de hambre!... ¡Y todavía hemos de andar aquí en contemplaciones, pedriques y gazmoñerías, para hacer lo que nos la gana de nuestra hacienda! |Ah, si yo tuviera los calzones!...

Me retiré de la botica triste y afligido. ¿Y si la calumnia aquella, corriendo de boca en boca, llegaba a oídos del señor Fernández? Este me cerraría las puertas de su casa, me negaría el empleo, ordenaría que me vigilasen los demás empleados.... ¿Y si la calumnia llegaba hasta mis tías?... ¡Las pobrecillas se morirían de pena!

Respondedme, respondedme dijo Stein, cruzando las manos en actitud de un hombre profundamente angustiado. ¡Por Cristo Santo! dijo el duque , ¡ambos morirían a mis manos! Stein bajó la cabeza. Yo no los mataré dijo ; ¡pero me dejaré morir! El duque empezó entonces a columbrar la verdad, y un temblor que no pudo contener recorrió sus miembros. ¡María!... exclamó al fin.

Dijo lo que los otros dos principales habían dicho al principio, que no quería Padres en sus tierras, porque con los Padres se les morirían los hijos y otros disparates semejantes, que aprobó todo el pueblo, armándose y tiznándose todos menos uno de los principales que habían estado antes y ora quedó medio en duda.