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Los ojos de Carmen se humedecieron y se llevó el pañuelo a ellos para contener las lágrimas. Mejó quisiera ser la mujé de un zapatero. ¡Cuántas veces lo he pensao! ¡Si Juan hubiese seguío en su ofisio, en vez de coger este mardesío de la torería!... Más feliz sería yo con un pobre mantón yendo a llevarle la comía al portal donde trabajase, como trabajaba su pare.

Disen que uté alguna vese la sobaba, don Agapito, la sobaba duro. ¿Y cómo no, don Pancho, si a lo mejó se me iba al baile de la gente de coló con el negro de mi compare don Justo? ¡Vaya, hombre, no diga eso, que me enoha! El que se iba al baile era uté. ¡Poquita vese que le he visto trabao con eya bailando el chiquita abajo, chiquita abajo

En fin, don Isidro dijo la gitana , hay que tomar una resolución. Pecho al agua; algo durilla es la cosa, pero yo creo que la probe señorita estaría mejó en el hospital. ¡El hospital! Maltrana quedó aturdido, como si esta palabra equivaliese a un golpe... Pasado un rato, pudo reflexionar. ¡El hospital! ¿Y por qué no?

Su pobreza ansiaba vengarse en esta noche extraordinaria, y todos ellos vociferaban dirigiéndose a los cafés llenos de gente acomodada, a los clubs donde se reunían los señoritos: ¡Aquí están los macarenos! ¡Que vengan toos a ver lo mejó der mundo! ¡Viva la Virgen!

Un choque sordo conmovía al mismo tiempo el suelo de tierra apisonada. Era Alcaparrón, que, caído de bruces, golpeaba con su cabeza el piso. ¡Aaay! ¡Que se ha ido Mari-Crú! rugía como una bestia herida. ¡La mejó de la casa! ¡La más honrá de la familia!...

Y él como si tal, ¡el grandísimo perro!... Más de una vez y más de dos he tenío que consolarle yo a él, porque se me echaba a llorar como un chiquiyo a lo mejó... Y lo que yo le desía: «Ven acá, grandísimo roío, ¿a ti qué te dan por llorá y suspirá so lechonaso

El de Moraima, al hablar del Plumitas, fijábase algunas veces en Gallardo, el cual, con una vehemencia de neófito, indignábase contra las autoridades porque no sabían proteger la propiedad. El mejó día se te presenta en La Rinconá, chiquiyo decía el marqués con su grave sorna andaluza. ¡Mardita sea!... Pues no me hace gracia, zeñó marqué. ¡Hombre! ¿y pa eso paga uno tanta contribución?...

Luego, colocándose la garrocha bajo el brazo, la apoyó en un gran poste empotrado en la pared, picando varias veces con gran esfuerzo, como si tuviera al extremo de la lanza un toro corpulento. El pobre jaco temblaba y doblaba las patas con estos encontronazos. No se regüerve mal... dijo Potaje con tono conciliador . El penco es mejó que yo creía.

Al fin, es joven, es rico y los señoritos no tienen otro obligación que divertirse. Mardito seas , solo, que estrujas a los pobres y los arreas como si juesen negros y arreglas las mositas a los amos, pa ocultar mejó tus latrocinios. Na quiero tuyo: toma los sinco duros que me diste; tómalos, ladrón: ahí van, arcagüete.

¡Cabá! saltó la rondeña estremeciéndose : pa que la niña ze malograra a lo mejó... Soltó una risotada el tuerto Bermúdez y dijo: Me gusta que te tiente ese deseo, Nieves, y te prometo satisfacértele muy a menudo, sin los riesgos que asustan a Catana... Mira un vapor... ¿En dónde? En el horizonte... Fíjate bien en el punto que yo señalo. Ya le veo... ¿Le ves , Catana? No le veo, niña.