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Me paré, y con los brazos en alto, hablando a las arcadas del claustro, a los árboles, al aire silencioso y frío que me envolvía: ¡Ti-Chin-Fú bramé, Ti-Chin-Fú, para aplacarte hice todo lo que era racional, generoso y lógico! ¿Estás, en fin, satisfecho, letrado venerable, , tu papagayo gentil, y tu panza artificial? ¡Háblame! ¡Háblame!

¡Juy, Pare Santo! ¡Y qué mal genio gasta el señó!... ¡Ni que juese el Livanó que toma las declarasiones!... ¡En el estaribel te veas, mardito, y que el Baró no quiera sacarte ni con fianza!... Cuando pasado mediodía cesaba la afluencia en el mercado, las gitanas, en vez de volverse a las Cambroneras, seguían hacia el centro de Madrid, callejeando hasta la caída de la tarde.

Anduvimos este dia tres leguas, por haber parado á mediodia. El 13 caminamos al salir el sol, y á poco paré, por haber enfermado, y me mantuve el 14. El 15 caminé á las diez del dia: á la legua se halla una canal, con sonda de menos de vara: sigue una encumbrada barranca al lado del N, como de una legua.

Arrimème á un recodo de la parte del N, donde pudimos refugiarnos del agua y del viento. Todo este dia paré, é iban y venian los indios, á quienes les mostraba por su ladino las verdades de Jesu-Cristo, y las mentiras de Satanás. Este dia á D. José Parilla le dió un accidente, que quedó mas de una hora por muerto; y salimos poco despues por haberse aliviado dicho Parilla.

Ambas saben que viene este verano su sobrino de usted, y afirman que se hospedará en su casa cuando pare en Villavieja, y que, como las quiere tanto... «¿quién sabe lo que podrá sucederConque sírvale a usted todo ello de gobierno: lo uno, para su satisfacción, y lo otro, por si ha pensado en preparar cuarto al mejicanillo en Peleches.

Te quiero, y creo que te quise siempre, desde que éramos pequeños y venías a Marchamalo de la mano de tu padre, hecho un gañancito con tu ordinariez de la sierra, que nos hacía reír a los señoritos y a nosotros. Te quiero porque estás solo en el mundo, Rafaé, sin pare y sin familia: porque necesitas un arma buena que esté contigo, y esa soy yo.

Por fin el instinto de conservación les hizo retroceder y salieron de una callejuela para entrar en otra, repitiendo la misma ceremonia. De pronto cesó de llover. Una aclamación inmensa, un grito de alegría y triunfo sacudió a la muchedumbre. ¡Vítol el pare San Bernat!... ¿Y aún dudaban de su inmenso poder los vecinos de los pueblos inmediatos?... Allí estaba la prueba.

Verán, verán el nuestro, con todo lo que hay de más lindo, para llamar la atención, y hacer que la gente se pare y entre a comprar algo. Después que entran, se les enseña más, se les hace ver esta y la otra cosa de precio, se les engatusa, y al fin caen. Los tenderos de aquí apenas tienen el arte del etalaje, y en cuanto al arte de vender, pocos lo poseen.

Déjese de miserias y cuéntenos algo de aquel Madrid, de aquel Madriiid... ¡Ay, qué Madrid de mis pecados! De allí á la gloria, señor conde. ¡Cuánto señorío!... ¡cuánto coche!... En los días que estuve allá con el chico no paré en casa un momento.

Ni yo, ni nadie en Italia ha podido gustar de todas esas tristes extravagancias. Las bodas del Pecado y la Muerte, y las culebras que pare el Pecado provocan á vomitar á todo hombre de gusto algo delicado; y su prolixa descripcion de un hospital solo para un enterrador es buena.