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Al ver que personas egoístas quieren arrebatarme lo que es mío, y privarme del único consuelo de mi vida, me siento tan rabiosa, que sería capaz de acciones indignas de mi categoría y de mi nombre. No me parece la situación de usted le dije ni tan triste ni tan desesperada como la ha pintado. Usted puede reclamar a su hija, llevándosela para siempre consigo.

Cuando el buñó se creía en situación para sostener una casa y contaba con un compadre que se prestase a ser padrino, corriendo con todo el gasto de la boda, robaba a la buñí, llevándosela a la casa de sus padres. ¡Gran escándalo en el barrio! El bato de la novia salía a la calle gritando que iba a matar a su hija.

Pero Butrón, que no cabía en de gozo al ver que su pifia diplomática quedaba orillada, se apresuró a detenerla, llevándosela al hueco de una ventana, donde por algún tiempo dialogaron vivamente. Mientras tanto, Currita, con la vaga mirada fija en el espacio, como era siempre su extraña costumbre mientras hablaba, no los perdía de vista, trazando al sino tiempo su itinerario.

Sus retratos figuraban hasta en las cajas de cerillas, los periódicos hablaban de ellas; tenían diamantes a porrillo, bailaban en teatros y en palacios y a una de ellas la había robado un gran duque, archipámpano o no recordaba Rafael qué otro título, llevándosela a un castillo, donde vivía como una reina.

Esta mirada de traviesa alegría se reflejó igualmente en el espejo, con tales proporciones y tal intensidad de efecto, que Ester no creyó que pudiera ser la imagen de su propia hija, sino la de algún trasgo ó duende que trataba de amoldarse á la forma de Perla. Vamos, Perla, dijo la madre llevándosela consigo. Ven á ver este hermoso jardín.

Esta palidecía y agrandaba sus ojos con grato terror, comenzando a encontrar interesante al bandolero. ¿Si habría venido al cortijo sólo por ella?... ¿Si se propondría robarla, llevándosela a sus escondrijos del monte, con la rapacidad hambrienta de un pájaro de presa que vuelve del llano a su nido de las alturas?...

Apresuradamente por el temor de que la cigüeña se fuese a la India sin llevar prenda suya, y con vehemente exaltación, sublimada por la soledad y como destilada en el encendido alambique de sus ocultas cavilaciones, escribió Poldy la apasionada carta que acabamos de transcribir; mas no bien voló la cigüeña, llevándosela colgada en el cuello, Poldy se arrepintió y aun se avergonzó de haber escrito la carta, mostrándose tan tierna y tan afectuosa con un desconocido.

¿Pero ella es...? preguntó con extrañeza Gabriel. ¡Claro que es lo que usted piensa! ¿Qué otra cosa puede ser? Estaba en el Colegio de Doncellas Nobles desde niña, y apenas vino a Toledo el cardenal, la sacó, llevándosela a palacio. ¡Qué enamoramiento tan ciego el de don Sebastián! Y el caso es que la cosa no lo vale: una señoritinga delgaducha y pálida; ojos grandes y buen pelo: eso es todo.

En estas circunstancias cuya gravedad adivinaba, Bobart no dudó; se fué derecho á la señorita Guichard, que parecía una reina en medio de sus convidados, y llevándosela al pie del tablado de la orquesta, dijo: Procura no dejar que se altere tu cara, mi excelente amiga, porque nos observan y tengo que darte serias noticias. Dentro de hora y media parten Mauricio y Herminia para París.

Sonaron gritos y cencerros a espaldas de Gallardo, y aparecieron en torno de la bestia vaqueros y cabestros, que acabaron por envolverla, llevándosela lentamente hacia el grueso del ganado. Gallardo fue en busca de su jaca, que no se había movido, habituada al contacto con los toros.