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Con placer le reciben de alegria, Y todos con la nueva se alegraron, El roto campo y gente, artillería, En la zabra y bajeles embarcaron. La zabra el Uruguay entrado habia, El canal los pilotos no acertaron: Ni basta izar trinquete, ni el antena, Que fuertemente encalla en el arena.

Al anochecer entró el viento por SO á ráfagas muy fuerte con granizo, y mandé izar un farol al tope mayor, para que le sirviese de guia á la chalupa. A las seis llegó la chalupa á bordo, con la noticia de haber hallado cerca de la Punta de los Lobos 5 brazas de agua. A las ocho de la mañana zarpé las anclas, y me hice á la vela para la Punta de los Lobos.

Los dos hombres, dejándome a atado y con la boca tapada, cogieron cada uno un remo y, apalancando en las paredes y remando, llevaron el barco hasta las puntas. Ya allí, tiraron de las cuerdas para izar las velas, chirriaron las garruchas, y dos formas obscuras aparecieron en la obscuridad de la noche.

Una verdadera flota lo ocupaba todas las noches, sin espacio apenas para moverse; pero con el aumento de barcas había venido la carencia de pesca. Las redes sólo sacaban algas o pez menudo; morralla de la que se deshace en la sartén. Los atunes habían tomado este año otro camino, y nadie conseguía izar uno sobre su barca. Rufina estaba aterrada por esta situación.

Así que refrescaba el viento, las cabezas medio sumergidas se coronaban de espuma, lanzando rugidos; montañas de agua penetraban sordas y lívidas en la marítima garganta, y había que izar la vela y huir cuanto antes de este callejón, caos ruidoso de remolinos y corrientes.

Hecho esto, y hecha oración al cielo, suplicándole encaminase nuestro viaje y favoreciese nuestros tan honrados pensamientos, mandé izar las velas, que aún se estaban atadas a las entenas, y que las diéramos al viento, que, como se ha dicho, soplaba de la tierra, y, tan alegres como atrevidos, y tan atrevidos como confiados, comenzamos a navegar por la misma derrota que nos pareció que llevaba el navío de la presa.

Por una de las ventanas de las bohardillas veíase ropa tendida; en obra había dos chicuelos que se entretenían en izar banderas de toallas 23 y servilletas a un asta de caña, que muy bien amarrada en el antepecho estaba. Alrededor de este cuadro revoloteaban pardas palomas que no lejos de allí tenían su vivienda.

De pronto se elevó una ligera humareda, brilló un relámpago, resonó un ruido sordo y una bala silbando pasó cerca del bauprés de El Gavilán. La corbeta empieza a hablar dijo Kernok , es nuestro pabellón el que quiere ver, ¡la curiosa! ¿Cuál hay que izar? preguntó Zeli. Este contestó Kernok , porque hay que ser galante.

Haga izar el pabellón y disparar el cañonazo de partida; vire al cabrestante, desaferre, y cuando las áncoras estén a pico, avíseme. ¿Dónde están el oficial y el resto de la tripulación? En tierra, capitán. Envíe los botes a buscarles. El que no esté a bordo a las dos, recibirá veinte golpes de rebenque y pasará ocho días en el calabozo. ¡Váyase!

Los cañoncitos del jabeque habían sido desmontados, y los sujetaron a toda prisa con cuerdas. Todos los de la Marina querían embarcarse, pero el capitán sólo escogió cincuenta hombres, y oyó misa con ellos en la iglesia de San Telmo. Al ir a izar las velas se presentó el padre de Riquer, un marino viejo, y atropellando la resistencia de su hijo se metió en el buque.