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Yo, que vi cuán honrada gente era la que hablaba mi tío, confieso que me puse colorado, de suerte que no pude disimular la vergüenza. Echómelo de ver el corchete, y dijo: ¿Es el padre el que padeció el otro día, a quien se dieron ciertos empujones en el envés? Yo respondí que no era hombre que padecía como ellos. En esto, se levantó mi tío y dijo: -Es mi sobrino, maeso en Alcalá, gran supuesto.

Vio el mocetón cómo se le llevaban a empujones a un naranjal inmediato, y salió corriendo camino abajo por entre aquellas parejas, que cerraban la retirada a la tartana. No corrió mucho. Montado en su jaco encontró a uno de los alcaldes que habían estado en la fiesta... ¡Don José! ¿Dónde estaba don José?

Reclinó su cabeza en el hombro del espada, y así permaneció, como si en tal posición fuese a dormirse de entusiasmo. Los empujones de Gallardo y los tirones de los amigos libraron al espada de este abrazo interminable. El borracho, al verse separado de su ídolo, rompió en gritos de entusiasmo. ¡Olé los hombres!

¡Rencor de solterona! exclamé fingiendo un escalofrío. ¡Qué cosa tan espantosa!... Esperaba yo ver en Celestina los efectos de una cruel decepción, como vajilla rota, platos echados a perder, gruñidos, empujones... Pero no, Celestina estuvo de buen humor todo el día y hasta le cantar a voz en cuello un cántico a la Virgen. La esperanza permanece en el fondo de su corazón, es cierto.

21 Junta esperencia en la vida hasta pa dar y prestar quien la tiene que pasar entre sufrimiento y llanto, porque nada enseña tanto como el sufrir y el llorar. 22 Viene el hombre ciego al mundo, cuartiándolo la esperanza, y a poco andar ya lo alcanzan las desgracias a empujones, ¡la pucha, que trae liciones el tiempo con sus mudanzas!

Había llegado el momento en que la partida necesitaba hacer algo para justificar su existencia. ¿Qué haría? ¿Una simple fiesta militar, o dividirse en dos bandos para batirse en toda regla? El susurro y la confusión indicaban que la falange se hacía a misma aquella pregunta. Bien pronto nadie se entendía allí. La discordia descompuso las filas, y todo eran empujones, codazos, gritos.

Y el cazurro Nelet, siempre con aire de fastidio, comenzó a andar hendiendo la muchedumbre al través, contestando dignamente con sus brazos de carretero a los codazos y empujones y cubriendo con su corpachón a la señora y la criada.

Indudablemente habría sido mucho antes, entre la agitación y los empujones del gentío; pero esto no impidió que la señora siguiese con la mirada iracunda el grupo sucio, maloliente y miserable que se alejaba, anonadado por el hambre y la pena, entre el oleaje de alimentos y de general alegría. Doña Manuela avanzó sus labios en señal de desprecio. ¡Cómo estaba el mundo!

Cuando Máxima sorprendía entre ellos alguna mirada cariñosa, bajaba la vista, sonriendo con malicia: mostrábase complaciente con exceso; les tiraba de la lengua para que se dijesen amores en su presencia; daba leves empujones a Rosa para que se aproximase más al joven; les hacía preguntas un tantico impertinentes que los ruborizaba; adoptaba, en fin, una actitud protectora, que Andrés encontraba muy chistosa.

Despues, pero mucho despues, al caer la tarde, un anciano vino de un barrio y estuvo llamando á la puerta del convento, cerrada y guardada por sacristanes. El viejo llamaba con los puños, con la cabeza, lanzando gritos ahogados, inarticulados como los de un mudo, hasta que fué echado á palos y á empujones.