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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Con ellos había desfilado por una estrecha habitación, ante un féretro próximo á volcarse bajo los empujones de la muchedumbre triste y curiosa. El muerto se llamaba Fedor Dostoiewsky. La princesa había deshojado un ramo carísimo de rosas sobre la frente abombada y las barbas ascéticas del novelista.
Caminaban lo mismo que si estuviesen ebrios, en continuo zigzag, desde el parapeto al corte del acantilado, labios con labios, los ojos tocándose, como si nada existiese más allá, é imaginándose buenamente que marchaban en línea recta. Desde lejos les hubiesen creído dos adversarios que luchaban, tambaleándose con los empujones de la pelea.
En esta confusión, cuando Juanito, sacando los codos, guardaba de empujones a las dos mujeres, vio a corta distancia a su familia y la del señor Cuadros. Desde las Pascuas que era grande la intimidad entre las dos familias; Juanito había oído hablar la noche anterior de cierto plan de esparcimiento matutino, como principio de fiesta, por ser los días de Amparito.
Cuanto lujo ostenta un domingo en una capital de provincia se veía reunido ante el pórtico, que las gentes cruzaban con el paso majestuoso de personas bien trajeadas y compuestas, gustosas en ser vistas y mutuamente resueltas a respetarse y a no promover empujones.
Se puso tan nervioso, que la bondadosa señora, para completar su caritativa obra, mostrose propicia a ir en aquel mismo momento al cuarto del severo esposo. Mario no pudo contenerse; poco menos que la hizo salir a empujones de la habitación. Ella sonreía dulcemente llamándole loco. ¡Qué zozobra! ¡qué congojas las de los novios mientras permaneció por allá!
Era una carabela, un galeón, una nave, tal como los había visto en los viejos libros: las velas con leones y crucifijos pintados, un castillo en la popa y un figurón tallado en el avante, que se hundía en las olas para reaparecer chorreando. El cofre, en fuerza de empujones, abordaba la costa tallada á pico de un arcón, el golfo triangular de dos cómodas, la blanda playa de unos fardos de telas.
Por otra parte, era feliz, muy feliz, y se abandonaba a la felicidad sin tratar de analizarla. ¡Había habido tan pocos días floridos en el jardín de su severa juventud! Íbanse a la ventura, sin más guía que un mapa de Estado Mayor, y caían a veces en una ruidosa fiesta de pueblo o entre los empujones y el polvo de un mercado de ganados.
Que vayan a buchcarle; pero no, que voy a buchcarle yo michmo. Corrió a pie hasta la casa de su protegido, subió a saltos hasta el quinto piso, llamó sin lograr despertarle, y, enfurecido y colérico, no encontrando otro expediente, forzó a empujones la puerta de la habitación. ¡Cheñor L'Ambert! exclamó Romagné. ¡Tunante de auvernech! respondiole el notario. ¡Cheñor mío! ¡Chinvergüencha!
Un alpargatero tuvo que intervenir en la contienda y, a puntapiés y a empujones, separó a los dos adversarios. Martín se separó triunfante y el joven Ohando, magullado y maltrecho, se fué a su casa. La madre de Martín, al saber el suceso, quiso obligar a su hijo a presentarse en casa de Ohando y a pedir perdón a Carlos, pero Martín afirmó que antes lo matarían.
Quiso seguirle con un salto de pantera joven, pero sus manos chocaron contra el obstáculo que acababa de inmovilizarse, mientras seguían sonando en su interior llaves y cerrojos. Golpeó desesperadamente la puerta. Sus puños se lastimaron en infructuosos empujones. ¡Ulises, abre!... ¡Oyeme! En vano gritó como si diese una orden, exasperándose al no verla obedecida.
Palabra del Dia
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