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D. Sancho de Leyva dijo que partiesen luego las naves, pues las hacía buen tiempo para salir á la mar, y entre tanto que cargaban las naves tuviesen los esquifes de las galeras en tierra para que se embarcase el Visorrey y toda la más gente que pudiese venir, y se fuesen con las naves sin apartarse dellas, porque yendo juntos no era parte á enojar las 64 ó 66 galeras que los enemigos traían; y pues el fuerte quedaba tan bien artillado, no era mucho que en un tiempo como aquél le quedase más gente de los 2.000 soldados que se había acordado dejar en él, que después vendría á tomarlos.

D. Álvaro de Sande. Estaba en este tiempo muy malo Juan Andrea Doria, y envió algunas veces con Plinio de Bolonia á decir al Duque que mandase que se embarcase la gente y las otras cosas que habían de ir en cristiandad, y si también que el Duque mandó dar 200 escudos de su casa á Agustín Febo, alguacil real del armada, porque solicitase la embarcación de la manera que Juan Andrea pedía que le embarcasen y el Duque que lo embarcasen: las causas que hubo para lo que quería el uno y el otro no se hiciese, se pueden bien saber y á no toca decirlas.

Yo estoy harto dijo Miguel de Zuheros de guerras y de amores. En extremo me afligen los estragos y las muertes que preceden o suceden a cada victoria y a cada triunfo. Aún ansío laureles, pero han de ser incruentos y pacíficos. ¿Y qué más pacíficos laureles que los que yo alcanzaría, si me embarcase de nuevo, y por mar, navegando siempre hacia oriente, volviese a mi patria?

Antes que el Príncipe viniera, habría un levantamiento general, y los carlistas harían el último esfuerzo. Negaba que D. Alfonso hubiera llegado a Marsella, que se embarcase para Barcelona en la Navas de Tolosa, y viéndolo entrar en Madrid habría de negar que estaba entre nosotros.

Hallé en la bahia 25 urcas grandes holandesas, de vuelta á su provincia: una mayor y mas hermosa, nueva y que solo habia navegado una vez á España desde Amberes. Aconsejábanme los mercaderes que me embarcase en ella, y ajusté con Enrique Schertzen, su patron, mi viage: para el que me previne aquella tarde, quedando de acuerdo con él que me avisase la hora de partir.

Ni disgusto ni ambición de dinero. Era que se había cansado de vivir allí; sentía la nostalgia de ver países nuevos: le arrastraba la movilidad de carácter de los de su tierra. Iría á Asturias ó á Cataluña; tal vez se embarcase para América; aún no se había buscado un nuevo puesto, pero acariciaba la ilusión de llevar con él á su madre á un clima que fuese mejor. Por esto sólo se marchaba.

Ordenó que se diesen, y dijo que viniesen los tudescos presto porque le hallasen allí, y que él pensaba hacerse á la mar aquella noche; y si descubría á la mañana á la armada hacer su camino de Sicilia, y si no que volvería por los tudescos y la otra gente á recogerlos, si no hubiesen llegado antes que partiese, y que dejaría allí la galera Condesa, que era la mejor que él tenía, para que esperase todo lo posible para recogerme si quisiese irme; y con esto volví al fuerte y orden que se embarcase toda la gente que se pudiese en los esquifes, especialmente los alemanes, y fuímonos á la marina á embarcar D. Alvaro y Guimarán y D. Pedro Velázquez y yo, donde por ser bajamar y no poder llegar á la orilla una fragata en que habíamos de ir todos á las galeras, pasamos á ella D. Alvaro y yo en un barco muy chico con orden que volviese por el Conservador y por Guimarán, á los cuales, ó por no haberlos hallado allí, ó no haber vuelto á ella el barco, no vinieron á nosotros, y paresciéndonos gran vergüenza irnos sin ellos, los esperamos hartas horas; y en comenzando á crescer el agua, ya cerca del día, nos allegamos á tierra, y preguntando por ellos nos dijeron que había gran rato que eran idos, con lo cual nos fuimos, entendiendo que habían pasado de largo por no habernos hallado en la posta que estábamos, y así nos amanesció en el camino y reconoscimos que toda el armada era levada, y la víamos que iba lejos, y mucho más adelante otras velas que juzgamos ser nuestras naves, y parte eran algunas dellas y la mayor el armada del turco.

gracias á Dios Omnipotente, que por su clemencia no permitió que yo me embarcase en aquella náo. El autor navega otra vez de Cádiz á Amberes.

Anticipándose a Julio Lemaître, que publicó un artículo en los periódicos dando consejos a Sara Bernhardt cuando fue a América, el referido crítico había dado y publicado también consejos a la Stolz antes de que se embarcase en un puerto de Europa para ir a la conquista del Nuevo Mundo.