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Y aquí tenía el compadecer a la libertad, deplorando que su causa estuviese en tales manos, y el sacar a relucir ejemplos de Grecia y de Roma para sentar el principio de que las manos bárbaras y sucias del vulgo envilecen cuanto tocan y destrozan aquello mismo que quieren defender.

Por fin le escribí dándole cuenta de mi viaje y de las razones que lo habían motivado: se presentó inmediatamente y pareció como que se admiraba mucho de vernos, sintiendo y deplorando la conducta que habíamos observado.

Deplorando o aparentando deplorar la separación, ciento veinte abandonaron a Miguel de Zuheros. Con él sólo quedaron sesenta valientes de los más devotos a su persona. No hay que decir que el fiel Tiburcio quedó también con él. Después de esto, de noche y con misterioso recato, el anciano Narada vino a visitar a Morsamor.

Por esta razón debemos mirar á Los amantes de Artieda como á una de las obras más notables de la literatura dramática española de esta época, deplorando al mismo tiempo la sensible pérdida de las demás obras suyas.

Más tarde, su cuñado don Florencio Varela, le interrogaba sin cesar, deplorando que la educación y los gustos del viajero no le hubieran permitido anotar sus impresiones. Cané había realizado ese viaje estupendo, deteniéndose en todos los puntos en que encontraba buena acogida... y buenas mozas.

Cuando don Andrés la perseguía, Juanita se fugaba por los corredores. Don Andrés cesaba en su persecución para evitar que le viesen. Deplorando lo poco o nada que adelantaba en la campaña en que se había empeñado, y no queriendo ser otro Fabio Cunctator, apeló a más eficaz estrategia y se apercibió para emboscadas y asaltos.

Oigo decir a muchas gentes, deplorando la muerte de un amigo, que la muerte no quiere más que a los dichosos y que es bien cruel ser herido por ella en medio de la juventud y de los placeres, en el mismo instante en que todo comienza a sonreírnos y a halagarnos.

A menudo Visita le interrumpía para hacer comentarios, unas veces deplorando la maldad de algún personaje o alegrándose de que la heroína fuese tan simpática, otras veces vaticinando alguno de los sucesos o peripecias de que la narración les iba a dar cuenta.

Esta relación era demasiado larga para los pulmones de Maximiliano, por lo cual llegó al término de ella fatigadísimo. Todos se pasmaron del cuento, y doña Lupe compadeció a la Dura, deplorando que con vicio tan inmundo malograse las cualidades de inteligencia corredora que poseía.

Hay ciertos bienes que valen más encontrados al azar que buscados con cálculo, y es muy general que quien despreció la suerte cuando pasó a su lado, ande después a cabezadas tras ella, y no la encuentre ni siquiera pintada, o halle cualquier falsificación del bien y la coja gozoso y la abrace y se desengañe y rabie, deplorando su torpe indolencia.