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Sus alas, adelgazadas y como desecadas por el viento del desierto, adosábanse cada vez más a su tabique central. ¡Demontre! decía el notario, haciéndole una mueca al espejo, la distinción es cosa bella, lo mismo que la virtud; pero esto ya es demasiado. Mi nariz va adquiriendo una elegancia inquietante, y, si no trato de darle alguna fuerza y color, muy pronto no será que una sombra.

¡Vete de ahí le gritó ; vete, maldito, que nos apestas! Anda, pellejo, despabílate. Chinto la consideraba atónito, con los brazos colgantes, abriendo cuanto podía los ojos, cual si por ellos oyese. Que te largues; ¡repelo contigo!, que no se aguanta ese olor: confundes a la gente. ¿A qué apestas, demontre? preguntó la tullida . Serán esos puros del estanquillo.

Me admiro de que un señorito como usted pueda aguantar todo el año aquí, sin moverse de estas montañas fieras.... ¿No se aburre? El marqués miraba al suelo, aun cuando en él no había cosa digna de verse. La idea del capellán no le cogía de sorpresa. ¡Salir de aquí! exclamó . ¿Y a dónde demontre se va uno?

No, amigo mío; no se trata de nada relacionado con vuestro comercio. ¿De qué se trata, pues? De otra cosa completamente distinta. Al señor le han cortado la nariz esta mañana. ¡Ah, demontre! ¡pobre hombre! ¿Quién ha hecho esa villanía? Un turco; pero esto es lo de menos. ¡Un salvaje! Sabía ya de referencia que los turcos eran salvajes; pero no creí que les dejasen venir a París.

Boh.... Ahora se estila ordenar miquitrefes.... Y luego mucho de alzacuellitos, guantecitos, perejiles con escarola.... ¡Si yo fuera el arzobispo, ya les daría el demontre de los guantes! Era noche cerrada, sin luna, cuando desembocaron en el soto, tras del cual se eleva la ancha mole de los Pazos de Ulloa.

¡Demontre! exclamó el marqués, ¡qué importancia concedéis a las mujeres! ¡Ni que ellas lo fuesen todo! Hay en el mundo otras cosas agradables. ¡Se dedica uno a mirar por su salud, qué diablo!

Vuestro animal tiene los brazos embadurnados de mercurio hasta los codos; ¿qué digo? hasta las axilas. Mas no veo la relación... ¿No veis que, siendo vuestra nariz una fracción de su brazo, y poseyendo el oro una deplorable tendencia a amalgamarse con el mercurio, jamás podréis evitar que se os rompan vuestras gafas? ¡Demontre! Tenéis, sin embargo, el recurso de usar gafas con montura de acero.

Y bien, amigo mío le dijo, ¿cuándo celebráis vuestras bodas? Pero, señor marqués, si es la primera noticia que tengo sobre ese particular. ¿Esperáis, por ventura, que os pidan vuestra mano? ¡Al hombre toca hablar, qué demontre! El joven duque de Lignant, un verdadero caballero y un excelente muchacho, no ha esperado a que yo le ofreciese mi hija: ha venido, ha agradado, y se acabó.

¡Demontre! llegáis a tiempo exclamó el notario, colérico. ¡Estoy, por lo visto, hechizado! ¡el diablo ha tomado posesión de mi persona! Las miradas del doctor fijáronse en seguida en la nariz de su cliente; pero encontrándola, al parecer, sana, de buen aspecto, y fresca como una rosa. Me parece observó, que marcha todo muy bien.

Si alguna envidia excitaba antaño la hermosura, garbo y labia irrestañable de la chica, ahora se volvió lástima, y las imprecaciones fueron contra el eterno enemigo, el hombre. ¡Estos malditos de Dios, recondenados, que sólo están para echar a perder a las muchachas buenas! ¡Estos señores, que se divierten en hacer daño! ¡Ay, si alguien se portase así con sus hermanas, con sus hijitas, quién los oiría y quién los vería echársele como perros! ¿Por qué no se establecía una ley para eso, caramba? ¡Si al que debe una peseta se la hacen pagar más que de prisa, me parece a que estas deudas aún son más importantes, demontre! ¡Sólo que ya se ve: la justicia la hay de dos maneras: una a rajatabla para los pobres, y otra de manga ancha, muy complaciente, para los ricos!