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¡Pum, pum! ¡Date, ladrón! ¡Ladrones! contestó el bandido sin dejar de correr. Dos serenos se habían agregado a la columna, y corrían blandiendo los chuzos al lado del alcalde. El criminal quería a todo trance ganar la Rúa Nueva con objeto tal vez de introducirse en el muelle y esconderse en algún barco o arrojarse al agua. Mas antes de llegar a ella tropezó y dió con su cuerpo en el suelo.

Llegando a las manos y diciéndose palabras mayores, y tan grandes, que alcanzaron a los maridos; y sacando unos con otros las espadas, comenzó una batalla de comedia, metiéndolos en paz los mozos de mulas con los frenos que acababan de quitar; y dejándolos empelotados, se salieron don Cleofás y el Cojuelo de la venta al camino de Andalucía, quedándose abrasando a cuchilladas la compañía que fuera un Roncesvalles del molino del papel si el Ventero no llegara con la Hermandad en busca de los dos que se fueron, para prendello, con escopetas, chuzos y ballestas; y hallando esta nueva matanza en su venta, y jarros, tinajas y platos hechos tantos en la refriega, los apaciguaron, y prendieron a los dichos representantes para llevarlos a Ciudad Real, habiendo de tener otra pelaza más pesada con el alguacil que los traía a Madrid por orden de los arrendadores, con comisión del Consejo .

El alcalde, el alguacil, los serenos cayeron sobre él, poniéndole al pecho los chuzos, el estoque y el sable. Y a un tiempo gritaron todos: ¡Date, ladrón! El criminal levantó hacia ellos su faz despavorida, más pálida que la cera. ¡Ay, re... si es don Jaime, así me salve Dios! exclamó un sereno bajando el chuzo. Todos los demás hicieron lo mismo, mudos de sorpresa.

Luego, exclamando: «Vamos presto, que nos esperan», salió de la cuadra. Llegaron a la mansión de don Alonso sin encontrar a nadie. Estaba toda cerrada como casa desierta; pero al pasar junto a la panera toparon con seis hombres armados de chuzos y horquillas. El escudero repartió las órdenes.

Un numeroso grupo de hombres andrajosos, con horrendos visajes y armados de picas, hoces y chuzos, arremetía de nuevo contra los dos caballeros, que hacían prodigios de valor y destreza, en el momento en que les llegó el refuerzo de Roger y los dos arqueros, cuyas espadas abrieron sangriento camino en la vocinglera turba.

Isidro, a pesar de que no estaba inscrito en «el censo del partido», logró su amistad. Era un muchacho simpático, aunque «ciudadano inconsciente». Cuando usted quiera que consumamos un turno le decía , ya sabe dónde tengo las oficinas: Puerta del Sol, de cinco a ocho de la mañana, en la acera de la botica de Borrell... aunque lluevan chuzos, aunque caigan capuchinos de punta.

Recocidas luego, fué de tan poco cuidado, que ni el pelear ni el gobernar le impidieron. Guarneciéronse las murallas de Galípoli con dos mil mujeres, siendo caba de cada diez un mercader Catalan, y con chuzos, espadas y piedras se pusieron á la defensa de su libertad, sucediendo no solo en el cargo, pero en el valor de sus maridos.

Todos los inventarios de la época cuentan como de mayor número estas especies de armas ofensivas distinguiéndolas en clases que nombran lanzas manesgas, lanzas largas, chuzos ó picas, romañolas, guadañas, etc., amén de las arrojadizas que entraban por cientos, como dardos, virotes y barras aguzadas.

Sus contundentes razones abrumaban a su padre como una lluvia de acicalados chuzos, cuyas puntas se le clavaban en el corazón. Mirando todo por el lado poético, se explicaba satisfactoriamente: Juanita era el recato, la virtud, el talento y la modestia en persona.

Un alarido ronco elevábase, haciendo a lo lejos aullar a los perros; y de todas las viviendas desembocaba y corría el populacho, hombres ligeros armados de chuzos y hoces curvas. Súbitamente, el tumulto de las turbas que asaltaban la galería, buscándome sin duda, creyendo que yo guardaría el mejor de los tesoros, piedras preciosas, joyas. El terror me enloqueció.