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Vendiéronse en beneficio del pueblo los dos camellos, y se repartió entre los vecinos todo el oro que traía; él mismo fué puesto á pública subhasta en la plaza del mercado, junto con su compañero de viage, y se remató la venta en un mercader árabe, llamado Setoc; pero como el criado era mas apto para la faena que el amo, fué vendido mucho mas caro, porque no habia comparacion entre uno y otro.

1 Y alzando Jacob sus ojos miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. 2 Y puso las siervas y sus niños delante; luego a Lea y a sus niños; y a Raquel y a José los postreros. 3 Y él pasó delante de ellos, y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano.

Los capitanes poco advertidos del engaño, fácilmente se dejaron persuadir, y solicitados de los soldados que casi amotinados pedian sus pagas, tomaron el dinero, y le trajeron á Galípoli, donde se tomó muestra, y repartió con quejas y sentimientos; pero al fin con solo el nombre de que los pagaban, aunque conocieron la falta, se sosegaron.

Durante la marcha hacia Setoc mucho mas aprecio del criado que del amo, y le daba mucho mejor trato porque sabia cargar mas bien los camellos. Dos jornadas de Oreb murió un camello, y la carga se repartió sobre los hombros de los esclavos, cabiéndole su parte á Zadig.

CAP. X. En que trata de cómo Inca Yupanqui hizo juntar su gente y les repartió el despojo; y lo que se hizo de la gente que el Viracocha le diera por la oracion que á él hiciera; y cómo tuvo nueva de la gente que hacian los capitanes de Uscovilca, y de cómo fué sobre ellos y los venció, y cómo, despues de esto, tornó otra vez á partir el despojo que en esta batalla hubieron; y de las cosas que en este tiempo pasaron. 53

Esto le pareció a la Delfina tan discreto, que creyó tener delante al primer filósofo del mundo; y le dio más limosna. «Yo no tengo niños repitió , pero ahora me acuerdo. Mis hermanas los tienen...». Mil y mil cuatrillones de gracias, señora. Algunas prendas de abrigo, como las que repartió el otro día doña Guillermina a los chicos de mis vecinos, no nos vendrían mal.

Y se entró al gabinete inmediato, mientras Leocadia quedó sola mirándose y remirándose en un espejo pequeño y malo, de esos que hacen visajes. Las facciones de Leocadia conservaban algo de candor infantil; pero la mirada ya tenía chispazos de malicia. Para ver mejor quitó la pantalla, que recogía la luz reflejándola sobre la mesa, y entonces la claridad se repartió por igual en todo el cuarto.

13 Y la mujer que tiene marido incrédulo, y él consiente para habitar con ella, no lo deje. 17 Sino que cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así ande; y así ordeno en todas las Iglesias. 18 ¿Es llamado alguno circuncidado? Quédese circunciso. ¿Es llamado alguno incircuncidado? Que no se circuncide.

Pero ¿qué cara es ésa, niño? ¿Dónde te has metido, lechoncillo?... Señores, miren ustedes qué cara añadió cogiéndole por la cabeza y presentándonoslo, sonriendo. ¿Habrá cosa más chistosa en el mundo? ¿No da ganas de comérselo? Y sucio y asqueroso como estaba, le repartió en el rostro unos cuantos besos.

Melchor los tomó y leyendo ávidamente la dirección de cada uno los repartió diciendo: Este es para ; señor Lorenzo Praga; señor Ricardo Merrick; éste también es para . De mamá, que están todos buenos dijo Lorenzo. Lo mismo en casa agregó Ricardo. Por casa también, sin novedad; el otro es de Clota.