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El compadre miraba el horizonte. Antonio, cambia el viento. Ya lo noto. Tendremos mar gruesa. Lo ; pero ¡adentro! Alejémonos de todos estos que barren el mar. Y la barca, en vez de ir tras las otras, que seguían la costa, continuó con la proa mar adentro. Amaneció.

Durante mucho tiempo lucha con los indígenas que la barren de la haz de la tierra; vuelve a levantarse, cae en seguida, hasta que por los años 1620 se levanta ya en el mapa de los dominios españoles lo suficiente para elevarla a capitanía general, separándola de la del Paraguay a que hasta entonces estaba sometida. En 1777 era Buenos Aires ya muy visible.

No qué demonio de escoba misteriosa hay en estos ámbitos para el dinero. En cuanto entras en ellos con guita, te la barren, a pocos deseos que traigas de probar fortuna. Créete que, en buena ley, esto debía arder por los cuatro costados. ¿Por qué lo frecuentas, si tan malo te parece? Porque no otra cosa; porque somos así todos los que aquí venimos. ¡Ay, Manolo!

No había visto a Isidro en mucho tiempo, y al reconocerle en la puerta de la Facultad de Medicina, le echó los brazos al cuello, riendo de su facha miserable. Eso de la literatura debe de ir mal dijo . ¿Necesitas algo de mi? Pide lo que quieras, menos dinero. Ya ves: doctor, profesor clínico, y tengo mil quinientas pesetas al año... con descuento. Menos que los que barren los ministerios.

Sólo reanudaba su marcha con la luz del sol, para ir guiándose por las señales que le habían indicado, evitando el perderse en esta tierra monótona, sin árboles, sin casas, sin ríos, que le pudiesen servir de punto de orientación. Lo que más le preocupaba era la posibilidad de que se levantase de pronto uno de los terribles vientos glaciales que barren la Puna.

Rue de la Paix. París. Dos periódicos que, a juicio de muchos, pertenecían a la secta de los masones, publicaron violentos artículos contra los tribunales de España, que recluyen al pobre como un criminal y le barren de las calles como una inmundicia, y se cruzan de brazos y cierran los ojos ante el poderoso que oculta sus crímenes bajo una armadura de oro, contra la cual se hace pedazos la espada de la justicia.

Estos vientos huracanados recorren los valles, bajan al fondo de las hondonadas, barren las llanuras e inundan de mil aromas la ciudad: olores de líquenes y musgos, esencia de azahar, suave fragancia de liquidámbar y de mil flores campesinas.

¿Por qué en el Coso, quebrando cañas, lidiando toros, rompiendo lanzas, cien caballeros de gran prosapia, que prez y orgullo son de Granada, deslumbradores de ricas galas, lucientes joyas, bruñidas armas, sobre fogosos potros del Atlas, que el Coso barren con sus gualdrapas, en las cuadrillas giran, se travan, como un torrente de fuego pasan junto al estrado de la acuitada, y sus preseas ante sus plantas ansiosos ponen, sin que una vaga, leve sonrisa conmueva plácida su hermosa boca, ni en dulce llama sus negros ojos lucientes ardan? ¿Por qué tal pena, desdicha tanta?

Ya veréis la que os espera, y cómo se barren las calles a bala rasa, y cómo os mandan a casita a puntapiés, como muchachos de escuela revoltosos que sois, con la promesa obligada de no volver a hacerlo más, y cuidadito con alzar el gallo.