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Ojeda arriesgó tímidamente algunas observaciones. ¿Y el otro alemán que pasaba a bordo por pariente suyo? ¿Y el belga y los demás amigos?... Pero Nélida le contestó sin el más leve indicio de cortedad.

El militar arriesgó entonces la pregunta, y bajando más la voz, y apartándose hasta llegar al hueco de la ventana, dijo: "Tal vez será indiscreción la pregunta que voy á hacerle á usted; pero me disculpa el gran interés que por ese caballero me he tomado, y el deseo de servirle bien en lo que pueda. ¿Este señor está en su cabal juicio?"

También se puso seria. ¡Es bien extraño! Cuando hubieron comentado largamente el caso, María le propuso entrar. Anda, niño, entra... Me arriesgo mucho, porque si mi hermana se entera me pone de patitas en la calle... y ya ves, me quedaría á la clemencia de Dios... Pero no importa: por todo paso con tal que no vayas á tener un disgusto. Mira que ese tío tiene muy malas tripas...

¿Qué quieres hacer? dijo Hullin con sequedad . ¿Quieres rendirte? ¡Rendirme! exclamó el contrabandista . ¿Me tienes por un cobarde? Entonces, explícate. Esta noche salgo para Falsburgo. Arriesgo el pellejo al atravesar las líneas enemigas, pero prefiero eso a cruzarme de brazos aquí y perecer de hambre. Entraré en la plaza a la primera salida o trataré de ganar una poterna.

Lo necesito, lo arriesgo todo si paso algunas horas sin correr al auxilio de don Juan. Pues bien, primero soy yo que nadie; no saldrás. Te aborreceré. Aunque me aborrezcas; ¿qué me importa, si insistiendo en huir de aquí me pruebas que no me amas? para el hombre que ama, lo primero es la mujer de su amor. Y doña Catalina se levantó irritada de sobre las rodillas de Quevedo.

Y es que no me arriesgo, tengo miedo, y no aprovecho las buenas series como deben aprovecharse, doblando, siempre doblando. Temo que un golpe se lo lleve todo. ¡Si tuviese capital para trabajar!... ¡Si entrase en el Casino una tarde con ciento cincuenta ó doscientos mil francos!... Así hay que ir para dominar á la suerte.

Pues bien, entonces tendré confianza en usted y le contaré la mitad de mis proyectos... Veo en la cara de Marenval que me quisiera ver más reservado, pero, ¡que diablo! yo me arriesgo... Arriésguese usted, querido amigo, dijo Marenval, pero empiece por advertir á miss Harvey las consecuencias que puede tener nuestra empresa para cierta persona que le toca muy de cerca...

Cierta tarde, con la seguridad que le dieron de que Peña había ido de paseo hacia la Escombrera con don Rosendo, nuestro Sinforoso se arriesgó a entrar a beber una botella de cerveza en el café de la Marina.

Triste cosa, señor, lo que le ha sucedido a nuestro pobre amo se arriesgó a decir el bien enseñado servidor, que toda su vida la había pasado al servicio de los anteriores propietarios. Me temo que la pobre y joven señorita sienta demasiado el peso de su desgracia. Lo siente demasiado, Gibbons respondí, tomando un cigarrillo y quedándome de pie con la espalda hacia el fuego.

Buscó febrilmente la firma y llena de horror descubrió estos dos nombres execrados: Fortunato Roussel. Herminia, asombrada, permanecía en pie delante de su tía sin comprender sus acciones ni sus palabras. Por fin se arriesgó á preguntar: ¿Usted sabe, pues, tía mía, quién es este joven? ¡Es él, es él! exclamó Clementina con ímpetu.