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Cuando la voz del tenor terminó la última romanza y sus lamentos se perdieron en las bóvedas apostrofando a la ciudad deicida, «Jerusalén, Jerusalén», la muchedumbre se esparció, deseando cuanto antes volver a las calles, que tenían aspecto de teatro con sus focos eléctricos, sus filas de sillas en las aceras y sus palcos en las plazas.

Creo que la mayor parte de los que estamos aquí reunidos miran á esa insignificante reunión con el desdén que merece. Muchos aragoneses se levantaron apostrofando al orador. Lázaro escuchaba todo, inmutándose por grados. Sus amigos le decían en voz baja que defendiese al club de Zaragoza.

Una mujer, una mujer sola, débil, desconocida, pobre, descalza, con un cordon á la cintura, con los cabellos sueltos por la espalda, con los ojos inflamados, con la mano derecha suspendida, mostrando una medalla de cobre, recorria las calles de Paris, apostrofando á unos, consolando á otros, exhortando y animando á todos. ¡No temais, no temais! El cielo vela por la ciudad.

Fabrice procuró en vano hacerle comprender que el arte de ninguna manera consiste en servilmente copiar a la naturaleza, la que en misma es inerte y muda, sino en reflejar sobre ella las ideas que su contemplación sugiere a nuestra mente, prestándole un algo de esa alma que nosotros poseemos y de que ella carece; pero Calvat al oír tan exactos y atinados razonamientos, rompía en indignación, apostrofando a su cuñado de ser pintor de damiselas, de paisajista de corte, enviándolo por fin a esa repulsiva fosa común del ya difunto idealismo, es decir, la Academia.

Se diría al contemplar la marcha majestuosa de tal hombre que era uno de aquellos antiguos reyes merovingios, tales como los representan las imágenes de Montbéliard; sostenía con su mano izquierda un palo grueso y corto, que tenía la forma de cetro, y con la mano derecha hacía gestos imponentes, levantando el dedo hacia el cielo y apostrofando al cortejo.

En tanto las tropas avanzaban despejando la plaza, y algunos eran tan osados, que delante de los caballos oponían resistencia y vociferaban apostrofando á Morillo y á su gente. ¡A esos que gritan! dijo el que mandaba el piquete. Arremolinóse el gentío. Muchos corrieron á escape. Otros dieron vueltas, arrastrados por la oleada, ó permanecieron turbados sin saber qué partido tomar. Lázaro calló.

Herida no tenía, y por fortuna tampoco sufrió golpe de cuidado en la cabeza, porque conservaba su conocimiento, y en cuanto le pusieron en pie empezó a dar voces, rojo como un pavo, apostrofando al carretero que, según él, había tenido la culpa del siniestro.

La falúa que venía detrás lo recogió y lo entregó muy bien remojadito a su dueño, que no manifestó deseos por el momento de seguir apostrofando a las aves marinas. La escuadrilla continuaba acercándose al puñado de casas de El Moral, que distaban de Nieva legua y media próximamente. La villa se iba alejando cada vez más de nuestros viajeros, ofreciendo a sus ojos un espectáculo hermoso.

Veía en la incoherencia de su adormilado pensamiento a los parientes del obispo incitándolo a que entrase en el baile. «Monseñor: el mar... es el marVeía a Maltrana apostrofando al Océano, el gran tentador: «Galeoto de mostachos de algas... Celestina de arrugas verdes». Y lo mismo que él, repetía: «Seamos miserables. Ya nos purificaremos al bajar a tierra».

¿Qué se atreve usted á decir? exclamó Núñez levantándose como una furia y apostrofando al primer orador. ¡Qué injuria dirige usted á mis amigos, á mi! , señores gritó el otro: desconfiad de los aragoneses. Un aragonés agitó las turbas el día de la procesión del retrato. Algunos miraron á Lázaro que, mudo y helado, presenciaba aquella escena. Y no lo dudéis continuó el orador.