United States or Costa Rica ? Vote for the TOP Country of the Week !


Vaya usted con Dios, amigo le decir con un tonillo tan impertinente que me apeteció volverme y darle una bofetada. La vista de la hermana y su encantadora charla hízome olvidar pronto aquel momentáneo disgusto, si bien no pudo apagar por completo la excitación que me había producido.

Por fin, la simpática mamá manifestó que era una hora intempestiva y fea aquella en que celebrábamos nuestros coloquios; convenía adelantarla, de nueve a once, por ejemplo. Lejos de poner estorbo a nuestras entrevistas, nos estimuló a proseguirlas. Me despedí de madre e hija loco de contento. Poco faltó para llamar a doña Tula mamá; bien me apeteció el hacerlo.

Dentro de ella se agitó gozosamente como una llama feliz que aspira á curiosearlo todo. ¡Zas! otro salto, y al alero del tejado. Después, con precauciones, solapadamente, descendió por el ramaje de la parra y oculto detrás de los pámpanos contempló algún tiempo el rostro peregrino de Demetria. ¡Es claro, le apeteció besarlo! Lo mismo le había pasado al mirlo.

Quevedo y yo, que éramos muy amigos, nos hemos visto negros para salvar á Margarita de Austria; pero tales eran los polvos, que un pobre paje á quien se le apeteció lo que había quedado sobrante en los platos de la reina y del padre Aliaga, ha muerto en momentos. ¡Horrible! ¡horrible! exclamó el duque.

«Señora, no mienta usted. ¡Pues si está dos horas lo menos todas las noches sentada a la ventana hablando conmigoEsto me apeteció decirle, pero me lo guardé. En su lugar pregunté, afectando cada vez más indiferencia: ¿Hace muchos años que es usted viuda? ¡Oh! , bastantes. Mi marido tenía el pobrecito un genio demasiado vivo para poder vivir mucho tiempo.

También a . ¿A uté le han apeteció lo cien mil duro de la dote?... Lo mizmito me ha sucedío a , compare. Uté ha comenzao a hacerle rozca... Yo también ze la he hecho. Por conziguiente, igualito. Llevará el gato al agua el que la niña quiera. Paece que ahora zoy yo. ¿Qué quiere uté hacerle?

A pesar de hallarnos en una de las noches más calurosas de agosto, sentí la frente cubierta de un sudor frío y vacilé como un beodo. Necesité apoyarme en la pared un instante. Luego, por un esfuerzo, mejor dicho, un sentimiento de amor propio, seguí resueltamente mi camino. Anduve a paso largo no cuánto tiempo por entre calles; no recuerdo cuáles. Sólo tengo una idea de que estuve en el muelle y que me apeteció arrojarme al agua. Entré en un café y me bebí unas cuantas copas de coñac. En lugar de contribuir a turbarme, el licor sirvió para despejarme y aclarar mis ideas. Al menos, esto me pareció entonces. Contemplé con decisión el suceso y reconocí al instante que había tenido la desgracia de caer en manos de una redomadísima coqueta. El lance no era nuevo. Esto mismo había pasado a muchos millares de hombres antes y pasaría después. Confieso que me acometió un vivo sentimiento de venganza, no por el acto en , sino por la forma grosera y humillante en que había sido llevado a cabo. De ella no podía tomarla, al menos por entonces. Pero de él, .

Otra lección en toda regla, durante la cual me apeteció más de una vez cerrarle la boca de una puñada. Al final me ofreció con naturalidad y modestia ocupación en la casa, haciéndome observar que el sueldo sería corto, veinte duros al mes, mientras la fábrica no diese más producto.