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A pesar de hallarnos en una de las noches más calurosas de agosto, sentí la frente cubierta de un sudor frío y vacilé como un beodo. Necesité apoyarme en la pared un instante. Luego, por un esfuerzo, mejor dicho, un sentimiento de amor propio, seguí resueltamente mi camino. Anduve a paso largo no cuánto tiempo por entre calles; no recuerdo cuáles. Sólo tengo una idea de que estuve en el muelle y que me apeteció arrojarme al agua. Entré en un café y me bebí unas cuantas copas de coñac. En lugar de contribuir a turbarme, el licor sirvió para despejarme y aclarar mis ideas. Al menos, esto me pareció entonces. Contemplé con decisión el suceso y reconocí al instante que había tenido la desgracia de caer en manos de una redomadísima coqueta. El lance no era nuevo. Esto mismo había pasado a muchos millares de hombres antes y pasaría después. Confieso que me acometió un vivo sentimiento de venganza, no por el acto en , sino por la forma grosera y humillante en que había sido llevado a cabo. De ella no podía tomarla, al menos por entonces. Pero de él, .

La hermana soltó una carcajada tan fresca, tan argentina, tan deliciosa, que yo, en vez de turbarme, me sentí sacudido con dulce y grata vibración y seguí cada vez más sofocado describiéndole con locas hipérboles la impresión que en mi causaba su hermosura.

-Ya, ya caigo -respondió don Quijote- en ello: quieres decir que eres tan dócil, blando y mañero que tomarás lo que yo te dijere, y pasarás por lo que te enseñare. -Apostaré yo -dijo Sancho- que desde el emprincipio me caló y me entendió, sino que quiso turbarme por oírme decir otras docientas patochadas. -Podrá ser -replicó don Quijote-. Y, en efecto, ¿qué dice Teresa?

Un día le dije: ¿Sabes que me sorprende que estés tan alegre estos días? ¿Pues? me preguntó, fijando en sus grandes ojos aterciopelados. Porque... yo presumía aquí comencé a vacilar y turbarme que después de una escena tan desagradable como aquella..., teniendo que reñir con tu mamá..., ibas a estar abatida, melancólica...

Rafael quedó aplastado por la réplica; no se atrevía a protestar. Vamos, Rafael continuó cariñosamente la artista no sea usted niño ni pretenda turbarme con esas mentirillas semejantes a las que se usan para engañar a la mamá. Yo por qué ha venido aquí. ¿Cree usted que no le han visto desde este mismo balcón rondando la casa todas las tardes, apostándose en el camino como un espía?

¿Qué opino yo de la <i>prescientia</i>? dije tratando de no turbarme para contestar alguna ingeniosa vulgaridad que me sacase del compromiso. Opinará lo mismo que San Agustín, <i>secundum Augustinus</i> indicó oficiosamente D. Paco, que anhelaba mostrar su erudición.