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Actualizado: 6 de junio de 2025


La condesa agarró el sombrero del mayordomo y voló á uno de los charcos cercanos. Después, ambos de rodillas, se pusieron á lavar la herida del animal. La bala le había atravesado de parte á parte, entrándole por el vientre cerca de las patas traseras y saliéndole por el pecho. Todos los esfuerzos fueron inútiles.

Nos separaba apenas medio tiro de escopeta cuando mi perro movió una perdiz. Estaba él a mi izquierda y la pieza voló hacia él. ¡Ahí le va, señor! le grité. En el breve tiempo que empleó en echarse la escopeta a la cara pude advertir que nos miró y apreció si el doctor y yo estábamos bastante cerca para tirar, y sólo luego de convencerse que era pieza perdida si él no tiraba apuntó y disparó.

El apuntador concentraba toda su vida en los ojos, é inclinado sobre la pieza la movía, buscando la parte sensible de aquel cuerpo gris y prolongado que asomaba á flor de agua lo mismo que un cetáceo. De pronto, una nube de astillas voló cerca de la proa del vapor. Un proyectil enemigo acababa de chocar con el borde de los techos que cubrían la cocina y los ranchos de la tripulación.

Arrebatado por su brio, no se contentó con haber condenado á su contrario á volverle las espaldas; se precipitó tras él seguido de su escasa comitiva, corrió, voló, cayó en una celada, donde murieron bajo el hierro de los soldados del valí él y sus valientes caballeros.

Era Ballester, quien al verla, se quedó algo cortado. «¿Viene usted a esta casa? le dijo la dama . Pues tómelo con paciencia, que el pájaro voló. La señora esa se ha ido a la calle. Dentro están el chico y la criada; pero como se llevó la llave, no podemos entrar. Aguante usted el plantón, como yo, si no tiene prisa, que ya no puede tardar». ¡Pero si le habíamos prohibido que saliera!

Doña Paula y don Álvaro llegaron a Vetusta el mismo día, aquel en que voló al cielo un ángel más, en opinión de Trifoncito Cármenes, que seguía siendo romántico, contra los consejos de don Cayetano. Un periódico liberal del pueblo, El Alerta, publicaba una tras otra estas dos gacetillas, que pusieron a don Fermín de un humor endiablado. «Bien venido.

Federico no se acordaba, por lo visto, de la escena de aquella misma noche, pues el viejo voló en su busca y volvió con... una botella vacía. Si sus fuerzas se lo hubieran permitido, Federico hubiera blasfemado. Titubeó, y agarrándose del tirador de la puerta, llamó con una señal al viejo mientras aseguraba el bulto de la espalda. Hay algo aquí en ese lío para Juanito. Quítamelo.

Miéntras que se estaba disponiendo á morir, se voló del balcon el loro del rey, y fué á posarse en los rosales del jardin de Zadig. Habia derribado el viento un melocoton de un árbol inmediato, que habia caido sobre un pedazo de un librillo de memoria escrito, y se le habia pegado. Agarró el loro el melocoton con lo escrito, y se lo llevó todo á las rodillas del rey.

Nunca voló la pluma humilde mia Por la region satirica, baxeza Que á infames premios y desgracias guia. Yo el soneto compuse que asi empieza, Por honra principal de mis escritos: Voto á Dios que me espanta esta grandeza. Yo he compuesto Romances infinitos, Y el de los zelos es aquel que estimo, Entre otros que los tengo por malditos.

Apresuradamente por el temor de que la cigüeña se fuese a la India sin llevar prenda suya, y con vehemente exaltación, sublimada por la soledad y como destilada en el encendido alambique de sus ocultas cavilaciones, escribió Poldy la apasionada carta que acabamos de transcribir; mas no bien voló la cigüeña, llevándosela colgada en el cuello, Poldy se arrepintió y aun se avergonzó de haber escrito la carta, mostrándose tan tierna y tan afectuosa con un desconocido.

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