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Actualizado: 16 de junio de 2025
Oyose una risa tenue como un céfiro. Fue a caminar en opuesto sentido, y una jícara que había rodado sobre el tapiz crujió bajo su pie como una nuez aplastada. Alguien hizo sonar por mofa la cuerda de un rabel. La risa aumentó.
Le prohibe que ausculte a las clientes ni siquiera la piel, y asiste a todas las consultas escondida detrás de un tapiz que representa a Alejandro victorioso. Cada vez que su marido va más allá de lo conveniente, Alejandro se agita. RAQUEL. Más estúpido todavía es casarse. ¡A menos que se presente una buena proporción...! TERESA. ¡El maestro Joaquín, por ejemplo...!
Los árboles, las montañas, los arroyos, el valle cubierto de su verde tapiz brillan indecisos bajo la tenue claridad del crepúsculo. El conde pone de nuevo su caballo al galope y desciende velozmente por el flanco de la colina que oculta a Lancia. El viento oprime sus sienes, zumba en sus oídos produciéndole una dulce embriaguez que disipa las negras nubes de su imaginación.
Parecióle a don Quijote que cualquiera cosa que replicase acerca de su seguridad sería poner en detrimento su valentía; y así, sin más altercar, subió sobre Clavileño y le tentó la clavija, que fácilmente se rodeaba; y, como no tenía estribos y le colgaban las piernas, no parecía sino figura de tapiz flamenco pintada o tejida en algún romano triunfo.
En otoño estas hojas forman sobre el estanque un tapiz que cubre completamente las aguas. ¡He aquí lo que, por espacio de tantos años, fue el goce, la alegría, el consuelo a las desdichas sufridas por un padre, una madre y ocho hijos pequeños!
A la derecha veíamos distintamente la ancha faja cenicienta de las aguas del Lütschina, afluyendo sobre la ribera izquierda del lago como un reguero de ceniza echado sobre el verde tapiz de una pradera.
La reina se estremeció; el padre Aliaga se heló; se levantó el tapiz, y la condesa de Lemos dijo desde él: Señora: doña Clara está enferma, pero me ha dicho que si vuestra majestad lo desea, se hará conducir. La reina respiró; al padre Aliaga se le quitó de sobre el corazón una montaña. No... no... se apresuró á decir el rey de ningún modo. ¿Y está... en mucho peligro nuestra buena doña Clara?
En la «casa de mármol» dispusieron que se celebrase la gran fiesta: con un tapiz rojo cubrieron las anchas escaleras; los rincones, ya en las salas, ya en los patios, los llenaron de palmas; en cada descanso de la escalera central había un enorme vaso chino lleno de plantas de camelia en flor; todo un saloncito, el de recibir, fue colgado de seda amarilla; de higares ocultos por cortinas venía un ruido de fuentes.
Es cierto, entró; pero no pasó de la saleta que corresponde á la galería; allí estaba yo, su majestad le vió, pero desde detrás del tapiz de la puerta de la cámara; ese caballero no conoce á su majestad; yo misma le dí la carta que os llevó, yo misma le eché fuera de palacio; ese caballero no ha vuelto á pisar á palacio desde anoche; dicen que anda mal entretenido... lo que importa poco... añadió disimulando mal su despecho doña Clara.
Ese magnífico tapiz contiene toda la historia sagrada, en cuadros admirablemente bordados de trecho en trecho. Los demas monumentos de la ciudad son insignificantes. Como he dicho, Tarragona estaba divorciada de su puerto. Pero apénas se ha permitido la demolicion de las fortificaciones ruinosas que se interponian, y la ciudad se ha regenerado como por encanto.
Palabra del Dia
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