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Actualizado: 16 de junio de 2025
Ambas luces tenían pantallas verdes, con añadidura de raso del mismo color, al modo de faldones que caían por una sola parte de las dos circunferencias. La claridad se esparcía por la mesa, y el resto de la habitación estaba en penumbra manchada, con verdosa pátina de tapiz viejo.
¿Y el tapiz, abuela?... ¿Qué tapiz?... ¡Ah! sí, la venta... Razonamiento de hombre de negocios, hija mía... Piensa como un hombre serio. Pido ocho días de reflexión. Es imposible decir hoy a la abuela: Los defectos de ese caballero son antipáticos a los míos; no le quiero. La buena señora me creería loca y se pondría enferma de pena. En ocho días todo se arregla. El tiempo es un hábil auxiliar...
Vaya si lo sé; como que estaba allí, detrás de aquel tapiz, y no he perdido uno de los gestos, una sola de las convulsiones que os ha causado el ver al rey hecho por un momento rey. Y el bueno de Felipe, traía su lección bien aprendida; no ha olvidado nada; y es que los tontos tienen muy buena memoria. ¡Ah! ¿Han hecho aprender á su majestad una relación de memoria? Sí, excelentísimo señor.
Giraba la llave bajo su mano, abríase la puerta de su camarote, cuando le vio avanzar con pasos quedos, que el tapiz del corredor hacía aún menos ruidosos. Mina se detuvo, llevándose una mano al pecho, conmovida de pavor y de sorpresa. Pero esta impresión duró poco. Se acordaba de que minutos antes había dado por perdido el amor de Fernando. ¡No hablarle más!... ¡Ver sus ojos fijos en otra!...
Entre cuatro grandes cirios, sobre un tapiz fúnebre y tendido en el acolchado fondo de una caja blanca y dorada como aquella que tanto le había seducido, pasó Juanito la noche, velado por su hermano y por Roberto, que de vez en cuando salían al balcón para fumar un cigarro.
Haciéndole penetrar en una estancia contigua a la cuadra del baño, levantó el extremo de un tapiz colgado del muro y una anchurosa abertura mostró el cuadro resplandeciente y profundo de la dehesa y las montañas. Dicha abertura había sido cavada en el mismo escarpamiento. Desde abajo, era imposible descubrirla; dos grandes peñascos la ocultaban. Sin embargo, el acceso no era difícil.
No era Bonifacio hombre capaz de aprovechar ocasiones; pero como si lo fuese y la hubiese aprovechado y se hubiera arrepentido de la demasía, se echó a temblar también; y se puso a buscar la puerta y tampoco supo levantar el tapiz pesado al primer intento.
El tillo sin un solo tapiz, combado y lustroso, daba una impresión de frío y ancianidad, como de espalda inclinada y desnuda en un viejo achacoso. Algunas sillas, compañeras del sofá, se replegaban contra los muros con vergonzosa timidez.
Está delicado: no gusta de recibir visitas. ¡Bah! Los médicos entramos donde hay enfermos... Y sin esperar el permiso de la señora, púsose de pie y se dirigió á la puerta que comunicaba el salón con el despacho del millonario. Al levantarse el tapiz, Sánchez Morueta dió un grito de alegría, reconociendo á su primo. ¡Luis! ¡Luisito!... Y le tendió las manos sin abandonar el sillón.
Hasta la noche parece haber enmudecido sobrecogida. Intenta la familia cerrar las hojas y no puede, como si tropezasen con un cuerpo invisible, con alguien que asoma y se detiene indeciso, antes de orientarse. Y después, el ser misterioso avanza por la sala. Nadie le ve, pero se adivinan sus pasos sobre el tapiz, presienten todos que algo pasa ante la lámpara verde.
Palabra del Dia
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