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Actualizado: 13 de junio de 2025
La tía María, calculando que en vista de la catástrofe no le sería posible a don Federico venir por entonces, se decidió a confiar la cura del tío Pedro a un médico joven que había reemplazado a Stein en Villamar. No fío de su ciencia le decía a don Modesto, que se le recomendaba ; no sabe recetar más que aguas cocidas, y no hay cosa que debilite más el estómago.
El bruto, sorprendido de aquel encuentro y de tanta audacia, quedó también sin movimiento, fijando en Stein sus grandes y feroces ojos, inflamados como dos hogueras. El viajero conoció que al menor movimiento que hiciese era hombre perdido.
Stein, cuya convalecencia adelantaba rápidamente, pudo en breve, con ayuda del hermano Gabriel, salir de su cuarto y examinar menudamente aquella noble estructura, tan suntuosa, tan magnífica, tan llena de primores y de riquezas artísticas, la cual, lejos de las miradas de los hombres, colocada entre el cielo y el desierto, había sido una digna morada de muchos varones ricos e ilustres, que vivieron en el convento, realzando su nobleza y suntuosidad con las virtudes y grandes prendas de que Dios los había dotado, sin otro testigo que su Criador, ni más fin que glorificarle; porque se engañan mucho los que creen que la modestia y la humildad se ocultan siempre bajo la librea de la pobreza.
Pues con Dios repuso Momo, poniéndose en camino y cantando: Quédate con Dios y adiós, Dice la común sentencia; Que el pobre puede ser rico. Y el rico no compra ciencia. Stein contemplaba aquel pueblecito tan tranquilo, medio pescador, medio marinero, llevando con una mano el arado y con la otra el remo.
Tengo que detenerme algún tiempo en Andalucía le dijo . Pedro, mi criado, os acompañará a Sevilla, y os tomará asiento en la diligencia de Madrid. Aquí tenéis una carta de recomendación para el ministro de la Guerra, y otra para el general en jefe del Ejército. Si alguna vez necesitáis de mí, como amigo, escribidme a Madrid con este sobre. Stein no podía hablar de puro conmovido.
Stein no tardó en ser desnudado y metido en la cama. Entre tanto se oían golpes repetidos a la puerta. Ahí está Manuel dijo entonces su mujer . Venga usted conmigo, madre, que no quiero estar sola con él, cuando vea que hemos dado entrada en casa a un hombre sin que él lo sepa. La suegra siguió los pasos de la nuera. ¡Alabado sea Dios!
El sol concluía su carrera, y no se descubría el menor aviso de habitación humana en ningún punto del horizonte; no se veía más, sino la dehesa sin fin, desierto verde y uniforme como el océano. Fritz Stein, a quien sin duda han reconocido ya nuestros lectores, conoció demasiado tarde que su impaciencia le había inducido a contar con más fuerzas que las que tenía.
No tuvimos tiempo de hacer uso de nuestras armas, y quedamos prisioneros. Por lo que dijo Allen, los dos blancos eran, uno, Ryp Timmermans, el cocinero de El Dragón, y el otro, un marinero holandés llamado van Stein. Ambos llevaban más de un año buscando el tesoro, pero no daban con él.
Al ver a Stein, le propuso que le acompañase; este aceptó, y los dos se pusieron en camino en dirección al lugar. El día estaba tan hermoso, que sólo podía compararse a un diamante de aguas exquisitas, de vivísimo esplendor y cuyo precio no aminora el más pequeño defecto. El alma y el oído reposaban suavemente en medio del silencio profundo de la naturaleza.
¿De don Federico? preguntó el duque con extrañeza. Dice que quisiera hablaros. Que entre, que entre. Ve a decírselo, hijo mío. Su tiempo es precioso y no debe perderlo. El duque guardó el papel en que había trazado algunos renglones y Stein entró.
Palabra del Dia
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