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Actualizado: 13 de junio de 2025
¡Somos aquí tan felices, señor duque! respondió Stein , que cualquier mudanza que hiciera en mi situación me parecería una ingratitud a la suerte.
Stein, Momo y Manuel llegaron al mismo tiempo por diversos puntos. El último venía de rondar la hacienda, en ejercicio de sus funciones de guarda; traía en una mano la escopeta y en otra tres perdices y dos conejos.
¡Bien lo pensé así! dijo Stein con tristeza ; mi corazón es leal y la tía María se engañó cuando al asegurarme posible la felicidad, hizo nacer en él esperanzas, como nace la flor del aire, sin raíces y sólo al soplo de la brisa.
María entró precipitadamente en el cuarto en que se hallaba Stein y se puso a escucharle con la mayor atención, inclinando el cuerpo hacia adelante, con la sonrisa en los labios, y el alma en los ojos. Desde aquel instante, la tosca aspereza de María se convirtió, con respecto a Stein, en cierta confianza y docilidad, que causó la mayor extrañeza a toda la familia.
Es preciso otro más claro y más breve. Le entregó la tarjeta, y se despidió. Stein leyó: El duque de Almansa. Y Pedro de Guzmán, que estaba allí cerca, añadió: Marqués de Guadalmonte, de Val-de-Flores y de Roca-Fiel; conde de Santa Clara, de Encinasola y de Lara; caballero del Toisón de Oro, y Gran Cruz de Carlos III; gentilhombre de cámara de Su Majestad, grande de España de primera clase, etc.
¿Y de dónde has sacado preguntó la marquesa que yo aspiro a ser modelo de heroína de novela? ¡Tal dislate! Entonces dijo Stein , escribid una novela fantástica. De ningún modo dijo Rafael ; eso es bueno para vosotros, los alemanes; no para nosotros. Una novela fantástica española sería una afectación insoportable. Pues bien continuó Stein : una novela heroica o lúgubre.
¿Quieres meterte la lengua en la faltriquera? le dijo impaciente su abuela; y volviéndose a Stein ; don Federico, procure usted examinarla sin que tenga que moverse, pues no lo hará aunque la maten.
Stein parecía ocupado en buscar el modo de hacer la declaración que exigía la amistad del duque. Por fin, levantando pausadamente la cabeza. Señor duque le dijo , ¿qué haríais si la señora duquesa os prefiriese a otro hombre?..., ¿si os fuera infiel? El duque se puso en pie de un salto, erguida la frente y mirando severamente a su interlocutor. Señor doctor, esa pregunta...
Quizá no hay nada que deje tan gratos recuerdos, como lo monótono, ese encadenamiento sucesivo de días, ninguno de los cuales se distingue del que le sigue ni del que le precede. ¡Cuál no sería, pues, la sorpresa de los habitantes de la cabaña, cuando vieron venir una mañana a Momo, corriendo, azorado, y gritando a Stein que fuese, sin perder un instante, al convento!
Ese usual cumplido tenía en este sujeto una aplicación tan exacta, que Stein no pudo menos de sonreírse al devolver al militar su saludo.
Palabra del Dia
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