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Actualizado: 13 de junio de 2025


A medida que se calmaba la agitación producida por la terrible sorpresa que se había apoderado de su alma al oír la revelación de Stein, se iba asomando a sus labios la sonrisa del desprecio.

No es eso replicó Momo ; sino porque su padre es pescador y ella nos trae sal y pescado. ¿Y vive cerca del fuerte? preguntó Stein, a quien habían excitado la curiosidad aquellos pormenores.

Al mismo tiempo, los furiosos ladridos de su leal compañero dieron a conocer a Stein su libertador. El toro embravecido se volvió a repeler el inesperado ataque, movimiento de que se aprovechó Stein para ponerse en fuga.

¡Qué hermosa noche! decía Stein a su mujer, alzando los ojos al cielo . ¡Mira ese cielo estrellado, mira esa luna en todo su lleno, como yo estoy en el lleno de mi dicha! ¡Como mi corazón, nada le falta ni nada echa de menos! ¡Y yo que me estaba divirtiendo tanto! respondió María impaciente ; no por qué dejamos tan temprano la fiesta.

No era ya por cierto la niña que conocimos desgreñada y mal compuesta; primorosamente peinada y vestida con esmero, venía todas las mañanas al convento, al que si bien no la atraían el cariño ni la gratitud a los que lo habitaban, traíala el deseo de oír y aprender música de Stein, al paso que la echaba de la cabaña el fastidio de hallarse sola en ella con su padre, que no la divertía.

Marisalada pasaba su vida consagrada a perfeccionarse en el arte, que le prometía un porvenir brillante, una carrera de gloria y una situación que lisonjeara su vanidad y satisficiera su afición al lujo. Stein no se cansaba de admirar su constancia en el estudio y sus admirables progresos.

La tía María y fray Gabriel, muy convencidos de ello, gritaron a la vez, ella: «¿quiere usted caldo?», y él: «¿quiere usted limonadaStein, que iba saliendo poco a poco del caos de sus ideas, preguntó en español: ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? El señor respondió la anciana es el hermano Gabriel, y yo soy la tía María, para lo que usted quiera mandar.

Habiendo sucedido a esta copla otra que verdeaba, la tía María se acercó a Stein y le dijo: Don Federico, el vino empieza a explicarse; son las doce de la noche, los chiquillos están solos en casa con Momo y fray Gabriel, y me temo que Manuel empine el codo más de lo regular; el tío Pedro se ha dormido en un rincón, y no creo que sería malo tocar la retirada.

Pero ¿dónde estoy? volvió a preguntar Stein. Está usted respondió la anciana en un convento, que ya no es convento; es un cuerpo sin alma. Ya no le quedan más que las paredes, la cruz blanca y fray Gabriel. Todo lo demás se lo llevaron los otros.

Su crueldad fue efecto de la exasperación; pero tuvo tacto mental, carácter enérgico y un corazón que sabía amar. Stein, con la cabeza apoyada en las manos, recreaba sus miradas en el magnífico espectáculo que ante ellas se desenvolvía y respiraba con deleite aquella pura y balsámica atmósfera.

Palabra del Dia

rigoleto

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