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Actualizado: 5 de julio de 2025


Andrés caminaba hacia la rectoral, lentamente, con el sombrero en la mano para mejor refrescarse, gozando una vez más la poesía encerrada en aquel estrecho valle, el amable sosiego que reinaba en la campiña, la exquisita dulzura de aquella hora plácida y serena.

Antes que don Casiano se llevase á la boca el vaso lleno que tenía en la mano le dijo con ímpetu: Pero vamos á ver, hombre, acabe usted de una vez, ¿qué diablo le trae á usted por aquí? El actuario bebió el vaso de sidra con toda calma, lo depositó igualmente en el poyo, sacó el pañuelo y se limpió la boca tres ó cuatro veces con más sosiego aún bajo la mirada impaciente de D. Félix.

Creí que el conde se iba a detener allí; pero franqueó la fila de los curiosos, y sólo hizo alto a veinte o treinta varas de las fieras, que no lo parecían, a juzgar por su actitud tranquila; unos, acostados sobre los brazos, rumiando, con sosiego; otros, fijos sobre las cuatro patas, inmóviles, abstraídos quizá en alguna meditación sangrienta.

En tales sitios, y disfrutando de sosiego, tiempo sin tasa y soledad, su poder imaginativo hacía revivir los tiempos felices, o creaba en los presentes seres y cosas al gusto y medida del mísero soñador.

Una noche, como de costumbre, Lucía le mandó que se fuese al escondite para arreglar con Carmen las cuentas del día. Le parecía esto un excelente medio para disimular y evitar sospechas. Tiró en seguida de la campanilla, y habiendo acudido al instante Carmen, se puso con todo sosiego a tomarle la cuenta.

Sabía, no obstante, que la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén repetíase diariamente en un sentido místico; que el divino Señor gozaba más entrando en el alma de sus escogidos que en la ingrata hija de Sión; que el amor era poderoso contra el dueño absoluto de todas las cosas y tenía placer en entregarse a quien se lo profesaba. Mas para ello era necesario amarle mucho, amarle de tal modo que se prefiriesen los dolores y tormentos venidos de su mano a los deleites más exquisitos de la tierra, amarle hasta desfallecer y morir en su presencia y caer rendida a sus pies bajo el imperio de su mirada; era necesario pasar largas horas buscándole en las profundidades del cielo, en el sosiego de la tarde, en la hermosura de las flores, de los pájaros y de todas las criaturas, al lado de los moribundos, en el centro de los dolores y penitencias; era necesario dejar correr las horas en extática oración, sintiendo resbalar las lágrimas y quemar las mejillas; era necesario obedecer a todos, ser la sierva humilde de todos, despegarse de todo lo criado, hasta de sus mismos padres, y aborrecerse a misma para ser la amada de Jesús. ¡Así, así le amaba ella! ¡Cuántas horas del día y de la noche había pasado pensando en

Zaféme con mucho trabajo de tanta multitud de sangrientos cadáveres amontonados, y llegué arrastrando al pié de un naranjo grande que habia á orillas de un arroyo inmediato: allí me caí rendida del susto, del cansancio, del horror, de la desesperacion, y del hambre. En breve mis sentidos postrados se entregáron á un sueño que mas que sosiego era letargo.

Temo que le parezcan a usted razones de egoísmo, Nieves; porque lo cierto es que se dan un aire, así de pronto... En primer lugar, el señor don Alejandro es incapaz de que la desfavorezca; y al pensar de usted cosa que la desfavorezca; y al ver que usted sigue negando y ha vuelto a ser en todo y por todo lo que antes era, como volverá a serlo desde mañana, en cuanto esta noche duerma con sosiego algunas horas, que las dormirá aunque al principio la desvelen algo las pesadillas, se le disiparán todas las aprensiones y acabará por reírse de ellas.

Como no frecuentaba la alta sociedad ni podía asistir al teatro, para procurarse este placer necesitaba seguirla en la calle o en el paseo cuando no iba en coche. También averiguó que iba los domingos a misa de dos en los Jerónimos; allí la pudo contemplar con más espacio y sosiego. Había dado cuenta a su hermana del hallazgo, pero no hizo ningún esfuerzo para mostrárselo.

Para ser feliz, no necesito más que cariño, sosiego y un mediano pasar. Un cuartito al Mediodía con ventanas al campo aunque esté sobre el tejado; una mujercita sana, risueña, que venga a abrirme la puerta; oírla teclear después de comer alguna sonata de Beethoven... y que me dejen libre alguna hora para modelar cualquier muñeco. Estoy solo en el mundo. Apenas he conocido a mi madre.

Palabra del Dia

buque

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