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Actualizado: 5 de julio de 2025
Aquel día estaba muy alegre, reía por la menor causa, se ruborizaba sin motivo, estaba inquieta y sin sosiego, quedábase pensativa un largo rato, y después parecía hablar consigo misma. Las nueve serían cuando Pascuala volvió de la calle, y entró en el cuarto de Clara.
Si hubieses llegado hasta aquí, si hubieses contemplado con refinada crueldad mi vergonzosa muerte, yo te juro que al tornar a casa no serían tan serenas tus miradas como lo son ahora, ni el beso de la hija o de la esposa te sabría tan dulce. Mi agonía te hubiera quitado el sosiego, te hubiera envenenado el alma por algunas horas.
Para que las obras de arte se acerquen a la perfección y nazcan viables, es menester que se nutran antes largo tiempo en el cerebro y se trabajen con sosiego. No se me oculta que hay espíritus privilegiados a quienes basta poco tiempo para engendrar y producir frutos delicados; pero juzgo que ni aun a estos mismos les perjudicará un saludable retraso.
Y súbito, sin poder contenerse, apretó la muñeca al delegado diciendo: Sea usted franco, García... Empieza usted a tener sospechas de esa mujer. No tengo por qué ocultarlo replicó aquel con sosiego mirando por la ventanilla. La circunstancia de ser la última persona que ha hablado con el niño me da mucho que pensar... Luego, esa visita a la cárcel...
Sí, si he de acabar por ir, si estoy seguro de que al fin he de tomar el camino del Vivero, más vale ahorrarme el tormento de la batalla y declararme vencido. Iré». Y no pudo dormir una hora seguida en toda la noche. Pero esto era achaque antiguo ya. Desde que Anita «había vuelto a engañarle» don Fermín no gozaba hora de sosiego.
Don Jaime Pimentel, sin abandonar la corte, sin escribir apenas carta alguna, con el mayor sosiego, tuvo el gusto de recibir su acta, casi limpia, pues sólo llevaba dos protestas insignificantes y mal fundadas. El júbilo de D. Acisclo fue grande después de la victoria. ¡Qué lauro el suyo! ¡Qué muestra de poder la que acababa de dar!
Toma el calmante que voy a recetar; cuando te acuestes, una horchata, y por la mañana, leche de burra y dirigiéndose al duque : mi obligación me fuerza, mal que me pese, a ausentarme, señor duque. Y volviendo a recomendar a su mujer el sosiego y el reposo, Stein se retiró, haciendo al duque un profundo saludo. El duque, sentado enfrente de María, la miró largo tiempo.
»Cuando el cansancio de tan ruda batalla prestó un poco de sosiego a mi discurso, comprendí que, con haber pensado tanto, no había pensado en nada útil, y que era preciso pensar en algo, buscar una puerta para salir de aquel antro sombrío, si es que el antro tenía salida que no fuera para conducirme a otro más tenebroso.
Habían pasado seis días desde el nunca bastante execrado 16 de Julio, y Sola, desesperanzada ya y sin sosiego, incapaz de encontrar un consuelo en su propio pensamiento, convocó a los amigos en familiar consejo.
En el comedor encontró Julián al marqués cenando con apetito formidable, como hombre a quien se le ha retrasado la pitanza dos horas más que de costumbre. Julián trató de imitar aquel sosiego, sentándose y extendiendo la servilleta. ¿Y la señorita? preguntó con afán. ¡Pss!... Ya puede usted suponer que no muy a gusto. ¿Necesitará algo mientras usted está aquí? No.
Palabra del Dia
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