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Actualizado: 5 de julio de 2025


Y estas horas de mi sosiego no las pasaba ociosas, porque en ellas ocupaba la memoria en acordarme de muchas cosas, especialmente en la vida que había tenido en el Matadero. Pero habrélas de callar, porque no me tengáis por largo y por murmurador.

Mirando al hombre por la razon natural, y exâminando por ella su ánimo, hallamos, que como fin de todos sus conocimientos y deseos, busca su felicidad, su bien estar, su sosiego, su complacencia, y entero contentamiento. No hay ninguno, si quiere confesar lo que pasa dentro de mismo, que no conozca que no es criado para un mundo donde es imposible que logre el fin á que aspira.

Las cosas de mar y tierra, concertadas en la forma dicha, se pasaba el invierno con sosiego y mucha conformidad, pero luego nuestras fuerzas se fueron enflaqueciendo con algunas divisiones y discordias civiles.

Y eso que por efecto de sus constantes prodigalidades, padecía con frecuencia serios disgustos en el orden económico; hacía ya bastante tiempo que tenía vendidas o empeñadas las fincas que sus padres le dejaron; esto no le impedía vivir holgadamente y recrearse con el mismo sosiego que si estuviese recién heredado.

Las montañas parecían soñar misteriosamente, como seres sublimes, en el plateado silencio; y todas las cosas de la naturaleza exhalaban deliciosa respiración de beatitud, de sosiego, de frescura. La fantasía clara y augusta de la noche prodújole al mancebo una emoción peculiar que se repetía en su ánimo desde la infancia y que vino a distraer su ardimiento.

Don Laureano Romadonga no era hombre que se dejase aprisionar fácilmente por los artificios femeninos; que comprometiese el sosiego de su vida, sus placeres, su independencia por una mujer, cualquiera que ella fuese. Conocedor profundo de la existencia, había formado hacía mucho tiempo su plan, y de él no se apartaba una línea.

Raimundo Alcázar, que así se llamaba aquel joven rubio tan pertinaz y enfadoso que siguió a Clementina cuando hemos tenido el honor de conocerla al comienzo de la presente historia, recibió la mirada iracunda que aquélla le dirigió al entrar en casa de su cuñada con admirable sosiego y resignación.

Decía esto con tanto brío y denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometían; y, así por esto como por las persuasiones del ventero, le dejaron de tirar, y él dejó retirar a los heridos y tornó a la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que primero.

Viendo sus esfuerzos defraudados, la doncellita adoptó el acuerdo de salirse de la estancia sin hacer ruido. El Sotillo le causaba ahora una impresión extraña, mezcla de dolor y de alegría, de agitación y de sosiego. Desde el día fatal, hacía ya más de un año, en que su esposo huyera para siempre, no había puesto los pies allí. Pero desde hacía ya tiempo soñaba con él.

696 De juror el corazón se le quiere reventar, pero no hay sino aguantar aunque sosiego no alcance. ¡Dichoso, en tan duro trance, aquel que sabe rezar! 697 ¡Dirige a Dios su plegaria el que sabe una oración!

Palabra del Dia

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