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Actualizado: 5 de abril de 2025
No tenía ganas el joven de explicaciones ni disputas aquella hora, y como era un poco tarde se apresuró a irse a la clase. Mas no tuvo sosiego en ella, ni cesó de pensar en lo que su hermano diría y haría. Esta perplejidad le arrancaba suspiros. El miedo, el pícaro miedo era su principal enemigo.
Don Braulio, dicho esto, puso la carta en manos de Inesita, y se fué por donde su mujer había ido, sin aguardar a que Inesita leyese la carta o le hiciese alguna pregunta sobre ella. Parecía que don Braulio deseaba también que Inesita meditase con sosiego, antes de hablarle del importante negocio de que sin duda la carta trataba.
¡Para qué, mi señor don Alejandro? preguntó el farmacéutico relajando todos los músculos de su cara . ¡Para qué?... Para mi sosiego... para dormir, para comer... para vivir; ¡caray! para vivir, mi señor don Alejandro... Para todo eso.
No hay ser mas venturoso, decia, que el filósofo que estudia el gran libro abierto por Dios á los ojos de los hombres. Las verdades que descubre son propiedad suya: sustenta y enaltece su ánimo, y vive con sosiego, sin temor de los demas, y sin que venga su tierna esposa á cortarle las narices.
El sosiego era completo, el tiempo delicioso, la salud admirable, en concierto dulcísimo con la paz y alegría de las almas.
Otro motivo del terror que el teatro y los sitios públicos le inspiraban era encontrar caras conocidas, y este recelo la tenía como azorada y sobre ascuas durante la función. En la casa se hallaba muy bien. Había tenido seguramente en su vida temporadas de mayor felicidad, pero no de tan blando sosiego.
Nada me parece más a propósito para infundirles algún consuelo dijo Núñez . Realmente en los momentos de tristeza y desesperación, si algo puede llevar el sosiego al alma ulcerada del delincuente, es la consideración de que se encuentra delante de la ciencia y de que ésta le contempla. Así es, amigo Núñez, así es. Usted sabe poner los puntos sobre las íes. Alguna vez se me olvidan.
No te rías; aunque por fuera no me siento viejo, por dentro necesito ya sosiego, comodidades; la vida de fonda me horroriza.
Yo sé lo que es decía la vieja tristemente . La pobrecita Carmen no tié sosiego. Hay que ver a esa criatura mientras Juan anda por el mundo. Durante el invierno, en la temporada de descanso, cuando el torero estaba en casa o iba al campo a tientas de becerros y cacerías, todo marchaba bien. Carmen mostrábase contenta sabiendo que su marido no corría peligro.
Cuatro años de separación la habían ido acostumbrando a vivir lejos de ella con sosiego. Cumplido este importante negocio, a París con la doncella, con la de marras. Un mes pasó allí. ¿Qué hizo? Contra su costumbre, está poco explícita la marquesa en este pasaje de sus Apuntes: acaso porque la materia no daba de sí para cosa mejor; quizás por todo lo contrario.
Palabra del Dia
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