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Actualizado: 4 de junio de 2025


Pero, ¿cómo?... Coca no podía huir a Buenos-Aires el día que llegaba al Tandil su hermano, después de año y medio de ausencia... A Ignacio no podía enviársele telegrama alguno, para que aplazase la invitación a Pérez, pues que ya venían los dos en viaje... Alojar a Pérez en la casa era impropio, después de lo sucedido... Mandarle al pésimo hotel del pueblo era cruel... ¡Qué problema de más difícil solución!... Observó Coca que recordaba el de aquel pobre hombre que tenía que transportar al otro lado del río una cabra, una col y un lobo, sin que la cabra se comiera la col, ni el lobo la cabra.

Por dicha de todos, Candidita acompañó a su atribulada amiga la noche entera, consolándola con su sola presencia y prestándole auxilios muy eficaces. Era muy propia para casos tales y sabía mil cosillas útiles de medicina doméstica. A lo más difícil encontraba pronta solución; jamás se acobardaba, ni sus baqueteados huesos conocían el cansancio.

La meditación y el zurcido no le impedían mirar de vez en cuando a la calle, y la del Ave-María es mucho más pasajera que la de Raimundo Lulio. En una de aquellas miradas casi maquinales que la viuda echaba hacia afuera, como para poner solución de continuidad al temeroso problema que tenía entre ceja y ceja, vio pasar a una persona que le retuvo un instante la atención.

Como era de prever, la muerta no había logrado hacer desaparecer completamente las huellas de su suicidio: en el vaso encontrado en su mesa de noche, quedaban adheridas al vidrio, gotas de un líquido cuyo sabor indicaba claramente, aun a los profanos, que se trataba de una solución de morfina.

En fin, esta es mi idea. ¿Qué te parece? Divès miró atentamente a Hullin, cuya vista fija y sombría le inquietaba. Dime, ¿no crees que esto puede ser una solución? Es una idea dijo por último Juan Claudio . No me opongo a ella. Y mirando a su vez al contrabandista frente a frente, le preguntó: ¿Me juras hacer todo lo posible por entrar en la plaza?

Pero casi al mismo tiempo que tal decía vínole rápidamente al pensamiento, como esos rayos celestes de que nos habla el misticismo, una idea salvadora, una solución fácil, eficacísima, derivada ¡oh rarezas de la vida!, de la misma situación aflictiva en que la familia se encontraba. ¡Qué cosas hace Dios!

Y la viuda, al llegar a esta conclusión, le miraba fijamente, dándole a entender que en él estaba la solución. Hay que buscar el dinero, mamá. Podía usted hablar coa doña Clara, esa amiga que, según dice el tío, es la arregladora de todos estos enredos. ¡Doña Clara...! ¡valiente apunte! Hijo mío, , como eres tan buenazo, no conoces a las personas.

Pero continúe, continúe usted. Isagani no se desaminó; habló de la solucion que se iba á dar y concluyó espresando la confianza de la juventud en que él, el señor Pasta, intercedería en su favor en el caso de que don Custodio le consultase, como era de esperar. Isagani no se atrevió á decir que aconsejaría en vista de la mueca que hacía el abogado.

Hubo un largo silencio; y el marido, que seguía pensativo, dijo de pronto, como si hubiese encontrado una solución: Por suerte, tenemos tus joyas. Podemos venderlas antes de embarcarnos. Miró Elena irónicamente el collar y las sortijas que llevaba en aquel momento. No llegarán á dar dos mil francos por éstas ni por las otras que guardo. Todas falsas, absolutamente falsas.

Pero yo... Bien que cuando uno se muere así... vamos al decir... así, al modo de perro o gato, no necesita de que un cura venga y le la solución, sino que basta y sobra con que uno mismo se entienda con Dios. ¿No has oído eso?». Yo no lo que contesté; creo que no dije nada, y me puse a llorar sin consuelo.

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