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Marcelo Valdés, dejándose llevar por su brillante imaginación de novelista, había zurcido y fraguado luego toda su «novela de malas costumbres», alrededor de las tres personalidades de monsieur Jaccotot, su mujer y su hija. La trilogía era completa: Monsieur, Madame et Bébé! Con verdadero ingenio, su ensayo no carecía de gracia y humorismo.

Finalmente, Andrés, por medio de cierta sentencia original que le pareció haber leído, se puso sobre la pista y vino a comprender lo que aquel revoltijo de cosas buenas y malas significaba. D. José estaba triturando un precioso sermón de Bordalue. El paño era superior, pero el zurcido detestable.

Tratamos mal al compañero poeta; y yo, diciéndole que mirase de la que nos habíamos escapado y escarmentase, díjome que no era suyo nada de la comedia, sino que de un paso de uno, y otro de otro había hecho la capa de pobre, de remiendo, y que el daño no había estado sino en lo mal zurcido.

Aconteció que un paje de la Nunciatura, feligrés antiguo de doña Rosalía, y muy admirador de su buen color, se atrevió á aspirar á no sabemos que honestas confianzas; picóse la dama, picóse más el paje, y al día siguiente, al traer el bonete del Nuncio para que le echaran un zurcido, en vez de dárselo á doña Rosalía se lo entregó á las dos hermanas.

Vestía con relativa decencia, pues su ropa, aunque vieja y llena de mugre, no tenía desgarrón ni avería que no estuvieran enmendados por un zurcido inteligente, o por aplicaciones de parches y retazos. Calzaba zapatones negros, muy rozados, pero perfectamente defendidos con costurones y remiendos habilísimos.

Tratamos mal al compañero Poeta, y yo, diciéndole que mirase de la que nos habíamos escapado, y escarmentase, díxome que no era suyo nada de la Comedia, sino que de un paso de uno y otro de otro había hecho la capa de pobre de remiendo, y que el daño no había estado sino en lo mal zurcido.

En limosnas se le iba casi todo el dinero que le daba el gobierno y mucho de lo que él había heredado. ¡Pero ay del sastre si le quería engañar cobrándole caros los remiendos de sus pantalones! ¿No sabía él lo que eran remiendos? ¿No había zurcido su ropa y cosido botones S. I. muchas veces?

Tratamos todos muy mal al compañero poeta, y yo principalmente, diciéndole que mirase de la que nos habíamos escapado y escarmentase. Díjome que jurado a Dios, que no era suyo nada de la comedia, sino que de un paso tomado de uno y otro de otro, había hecho aquella capa de pobre, de remiendo, y que el daño no había estado sino en lo mal zurcido.

La meditación y el zurcido no le impedían mirar de vez en cuando a la calle, y la del Ave-María es mucho más pasajera que la de Raimundo Lulio. En una de aquellas miradas casi maquinales que la viuda echaba hacia afuera, como para poner solución de continuidad al temeroso problema que tenía entre ceja y ceja, vio pasar a una persona que le retuvo un instante la atención.