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Las dos serranías abruptas de Rossberg y Rigi estaban aún perfectamente negras, encapotadas por falanges de nubes sombrías que parecian adheridas al oscuro crespon de los bosques de abetos, duplicando la majestad de los desnudos picos y los medrosos derrumbaderos.

Está cubierto, en las partes en que no se ha alterado la horizontalidad y que forman mesetas, por una capa de grandes bloques graníticos y porfíricos, que alcanzan hasta 10 metros cúbicos, siendo la mayoría de 1/2 metro cúbico. Estas piedras, mas ó menos pulidas y angulosas, no están adheridas unas á otras por ningun cemento y parecen tener un orígen glacial.

Los muebles no pecaban de suntuosos ni de abundantes, y en todos los rincones permanecían señales evidentes de los hábitos del último inquilino, hoy abad de Ulloa, y antes capellán del marqués: puntas de cigarros adheridas al piso, dos pares de botas inservibles en un rincón, sobre la mesa un paquete de pólvora y en un poyo varios objetos cinegéticos, jaulas para codornices, gayolas, collares de perros, una piel de conejo mal curtida y peor oliente.

Veíase aquí á dos religiosos cuyas manos y antebrazos teñía de rojo el mosto; más allá otro, anciano y robusto, llevaba al hombro el hacha con que acababa de cortar grandes haces de leña; seguíale el hermano esquilador, cuya ocupación denunciaban las enormes tijeras que llevaba colgadas al cinto y las vedijas de lana adheridas al sayal.

Hizo la señora Liénard un gracioso mohín y se calló. Los dos jarrones estaban ya listos. La viuda se levantó, sacudióse las verdes hojitas que se le habían quedado adheridas en la falda y tomando uno de los jarros suplicó a Delaberge que tomase el otro, diciéndolo sonriente: Continúo abusando... Pero es usted tan amable que no temo ser indiscreta.

A veces, al pie de este acantilado, aparecen manchas rojas de algas adheridas a las peñas, que sugieren cierta idea trágica. Pero cuando la costa y, sobre todo, Frayburu llegan a lo álgido de su fuerza, al paroxismo de su misterio, es al anochecer.

Los hombres, remangados de piernas y brazos, o desnudos, sin otra concesión al pudor que la faja, esa prenda que jamás se despega de la piel del labriego; las mujeres con las faldas a la cabeza, hundiendo en el barro sus tostadas y enjutas piernas de bestias de trabajo; todos mojados de cabeza a pies, con las ropas mustias y colgantes adheridas a la carne.

El autor trazaba cruces, círculos, signos griegos, árabes..., figuras ininteligibles, todas las llamadas imaginables, para fijar la atención del tipógrafo. Tiras de otro papel atiborradas de escritura iban adheridas a las pruebas con alfileres». Gautier escribía muy de prisa.

Uno de ellos, más soleado que cuantos había dejado atrás, apareció de repente a mi vista en un vallecito, al pie de una ladera rapidísima, por la cual descendía mi jamelgo paso a paso entre un laberinto admirable de viejos y copudos robles que parecían puestos allí para mantener las tierras del monte adheridas a su esqueleto: tan agria era la cuesta.

Pero él tenía amigos, gozaba de grandes influencias, y acompañando a don Carmelo, el de la comisaría, iba a realizar su capricho. No quiso decir más, y se fue escalera abajo, dejando a Ojeda tendido en un sillón de la cubierta. Un calor pegajoso humedecía las frentes y las espaldas. Los dormitantes cambiaban de postura para separarse de la epidermis las ropas adheridas por el sudor.