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Irritada Isidora, manifestó que no admitía tales ideas, y ya se agriaba la cuestión, cuando abriose una puerta y apareció un señor obispo..., digo, era Riquín, el cual traía en la cabeza una gran mitra de papel, y echando la bendición graciosamente con su mano derecha, cantó en el latín más estropajoso que se ha oído jamás: Dominis vobiscum.

La repugnancia de la zona del Sur y el desconsuelo de la del centro la llevaban a las afueras, con gran gusto de D. José, que amaba el campo y los retozos pastoriles. Julio hacía de Madrid una sartén. Riquín fue atacado de las tos ferina, y era preciso llevarle a otra parte. ¡Pobrecito Anticristo!

1875. Isidora visita a Emilia y se queda encantada de la dichosa paz que reina en la ortopedia. El padre de Juan José se ha retirado del trabajo, y no se ocupa más que de cultivar la huerta que ha comprado en Pinto. Juan José está al frente del establecimiento, y bajo su hábil mano este se conserva en el mismo estado de prosperidad. Isidora quisiera un aparato para que la cabeza de Riquín no creciera tanto. Juan José, que algo entiende de Medicina, se ríe y receta al hijo reconstituyentes y a la madre un Manual de Doctrina Cristiana. Consternación. Los Peces grandes y chicos se ven desterrados de las claras aguas de sus plazas y oficinas. Bien quisieran ellos aclamar también al Rey nuevo; pero la disciplina del partido les impone, ¡ay!, una consecuencia altamente nociva a sus intereses. Tienen que poner un freno a sus agallas. Además, la lucha por la existencia, ley de las leyes, ha llevado a los Pájaros al Gobierno, y estos no encuentran en la Administración bastantes ramas en que posarse. Algunos Peces de menor tamaño y del género voracissimus quedan en oficinas obscuras. Son Peces alados, transición zoológica entre las dos clases, pues la triunfante tuvo en situaciones anteriores sus avecillas con escamas. Mariano torna a ser vagabundo. Gusta mucho de los toros. Asiste a una novillada en Getafe, y su preciosa vida está en gran peligro. Saldeoro parece reparar sus desastres. Terribles celos de Isidora, que descubre en su amante fervorosa inclinación a la secta de los mormones. Riñas y escándalos, acompañados de no pequeños apuros. Todos los Peces, confirmando la antigua idea de que en España el despecho es una idea política, se alegran de las ventajas de los carlistas. Isidora activa su pleito. Pretende de nuevo la información de pobreza, pero no puede conseguirlo. Celebrado el juicio de conciliación, presenta su demanda. Miquis gana por oposición la plaza de médico director de uno de los principales hospitales de Madrid. Es novio de la hija del honrado notario Muñoz y Nones. Sábese por buen conducto que Leonor tiene una casa de huéspedes en La Coruña. Ocúpase la prensa de cierta irregularidad administrativa en que ha intervenido, como irregularizador, Melchor de Relimpio. La gente se pregunta si será mandado a presidio, y efectivamente, la Gaceta le nombra... oficial primero de Aduanas en Cuba. Parte decidido a concluir la insurrección, para lo cual no procede llevar tropas a Cuba, sino traerse a Cuba a España. Habas contadas.

Puso la cara más desconsolada y agoniosa del mundo, la cara que pondría toda persona a quien se obligara a beber un vaso de vinagre. «¿De veras que no estás hoy en casa? No. Si usted quiere, puede venir a jugar con Riquín. Le sacaré a paseo. Está bueno el día. ¿Qué te parece? Muy bien. Pues voy, voy a hacer tu encargo» murmuró el viejo, consolándole la idea de pasear al niño. Isidora salió.

Los pobres están más pobres, y la Minificencia no puede recoger a tantos. ¡La libertad!... Pillería, chica, pillería. Entonces había más señorío, créelo, y donde hay señorío corre el dinero y vive el pobre. Conque abur, abur». Encarnación salió con Riquín, encaminándose hacia el centro de Madrid. Era día de gran solemnidad cortesana por motivos que no es necesario precisar.

Todo sea por Dios» dijo Encarnación, y más iba a decir; pero en aquel momento oyéronse cornetas y clarines, luego la Marcha Real y el murmullo expectante unido a las frases sueltas «Ya vienen, ya vienen». Gran estupefacción de Riquín, que nunca había visto cosa más bonita; éxtasis de la Sanguijuelera, que no cerraba el pico un momento al paso de la comitiva o procesión real, poniendo un comentario a cada parte de ella.

Por la noche regresaba Relimpio a Madrid y a su casa; dormía como un santo y soñaba que era pájaro y que cantaba posadito en la rama de un árbol. También Riquín era pájaro y revoloteaba dando sus primeros pasos por el mundo aéreo. Isidora era una avecilla melancólica. Todos cantaban; pero D. José era el que cantaba más y el que a la rama más alta subía.

Como la puerta había quedado abierta, Miquis, Emilia y Riquín entraron sin necesidad de fatigar la campanilla a una hora que, según cálculos aproximados, debía de ser la de las nueve de la mañana del día siguiente. Y como vieran a don José tendido en el suelo sin compañía, al punto coligió Miquis que Isidora estaba ausente.

Capítulo X Las recetas de Miquis Día de prueba fue el siguiente. No sólo estaban agotados todos los recursos, sino también todas las combinaciones para vencer los apuros del momento. No había crédito, no había materia pignorable. ¡Oh situación horrible! Faltaba ya de un modo absoluto el sustento. Isidora, Riquín y D. José tenían hambre.

No pude entender lo que decían, porque me mandó salir fuera; pero hablaban con animación, y la mujer aquella, a quien vea yo partida por un rayo, le enseñaba, ¡ay!, muestras de vestidos. Veremos; habrá que hacer algo decisivo dijo Augusto bajando pausadamente los últimos escalones . Mañana temprano vendré con Emilia, Riquín y Encarnación. Trataremos de llevárnosla a cualquier parte».