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Actualizado: 16 de mayo de 2025
«Vengo a reñir con usted, señá Benina le dijo sentándose en una piedra, frente a la casucha, junto a la artesa en que la pobre mujer lavaba, a respetable distancia del ciego, echadito a la sombra . Sí, señora, porque usted quedó en ir a recoger la comida sobrante en nuestra casa, y no ha parecido por allí, ni hemos vuelto a verle el pelo.
Sin embargo, algunos días después he sospechado por el aumento de miramientos con que me honraba la señora de Laroque, que mi respetable amiga le había transmitido mi confidencia.
Disponíase, pues, el respetable diplomático en aquella mañana del 26 de junio a esta operación importantísima, cuando le pasaron precipitadamente el recado de Currita.
Y Reynoso, que por encima del muro había oído el grito, salía ya por la puerta del jardín y venía corriendo hacia ella. ¡Un secuestrador! ¡Un secuestrador! seguía gritando cada vez más sofocada Elena. Don Germán dirigió la vista al sitio que su esposa había dejado y vio a su hermana hablando tranquilamente con el bandido, aunque a respetable distancia uno de otro.
Seguiles al Retiro, aunque a respetable distancia, porque me hubiera causado mucha vergüenza el que la mamá se enterase la chiquilla, con menos prudencia, volvía a cada instante la cabeza y me dirigía sonrisas, que me tenían en continuo sobresalto. Al fin volvimos a casa en paz.
«¿Con quién habla ese hombre?». Acercó la Regenta el rostro a la raya de luz y vio a don Víctor sentado en su lecho; de medio cuerpo abajo le cubría la ropa de la cama, y la parte del torso que quedaba fuera abrigábala una chaqueta de franela roja; no usaba gorro de dormir don Víctor por una superstición respetable; él incapaz de sospechar de su Ana la falta más leve, huía de los gorros de noche por una preocupación literaria.
Azorado y en voz baja, y mirando a todas partes, como si temiese ver aparecer a los polizontes que invadían el palacio, le dijo: Pero ¿qué es esto?... ¡Habla, hija mía!... Currita se dejó caer en un sofá, cubriéndose el rostro con el pañuelo. ¡Estoy perdida! dijo. El respetable Butrón abrió la boca, como si fuera a tragarse un queso entero.
Como se ve, don Alvaro distaba mucho de ser un modelo de perfección. El padre Anselmo no ignoraba sus extravíos, contribuyendo esto a hacer más respetable a sus ojos a la prudente y sufrida señora.
Don Claudio Fuertes le pescó en el Casino, muy atenuado y confuso, porque delante de él nadie osaba decir todo lo que sabía. Pero como era evidente que algo había sucedido, alarmose y corrió a la botica para averiguar lo cierto. Don Adrián sabía ya para entonces algo más de lo que le había contado Cornias: sabía que Nieves iba también en el yacht, y que también se había mojado; y esto lo sabía porque Leto había creído de necesidad contárselo en justificación de su invencible disgusto, y por temor de que su padre supiera por otro conducto toda la verdad y la creyera. El pobre boticario estaba transido de pesadumbre. «Nada tenía de particular el caso en sí, aislada, concreta y separadamente, eso es»; pero considerando que Nieves había salido aquel día a la mar por primera vez y sin permiso ni conocimiento de su padre, ¡qué no estaría pensando y sintiendo a aquellas horas su bondadoso y respetable amigo el señor don Alejandro Bermúdez Peleches, si era sabedor de todo? Por aquí, por aquí le dolía al apacible don Adrián entonces; y como Leto se quejaba también del mismo lado, y ninguno de los dos tenía serenidad bastante para presentarse en Peleches con aquellos temores sobre el alma, Fuertes les reprendió la cobardía, y les dio razones que les obligaban a lo contrario: si lo sabía don Alejandro, para disculpar Leto a Nieves y disculparse él mismo honradamente; si lo sabía y no le daba importancia, para que viera que tampoco se la daban ellos; y si nada sabía, tanto mejor para todos.
Débil é impotente en aquel banco de jardín, era más grande y respetable que Julio Desnoyers con toda su juventud y sus gallardías. Había servido en su vida para algo; había hecho lo que él no osaba hacer. Esta convicción de su inferioridad le hizo gemir como un niño abandonado: ¡Qué será de mí!...
Palabra del Dia
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