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Después del saludo a los banderilleros no había hablado palabra. Ellos también estaban silenciosos y pálidos, con la ansiedad de lo desconocido. Al verse entre toreros, dejaban a un lado, por inútiles, las gallardías necesarias ante el público. Una misteriosa influencia parecía avisar a la muchedumbre el paso de la última cuadrilla que iba hacia la plaza.

Era un consuelo egoísta y feroz ver que á todos llegaba la desgracia, sin reparar en años ni en gallardías... Por esto accedió al ruego de su primo, haciendo llamar al ingeniero. ¡A ver, que pasase aquel compañero de desgracia!... Fernando no quiso sentarse; tenía prisa por volver á los altos hornos después del tiempo perdido; deseaba cumplir sus deberes hasta el último momento.

Algo saqué en limpio, sin embargo, y de mi gusto, de la ingrata tarea, y fue el conocer, a mi vez, algunos antecedentes de la vida y milagros de mi respetable huésped; entre otros, que después de terminada su carrera de abogado, había sido, durante algunos años, periodista en Madrid a la manera de entonces, tan diferente de la de ahora, discutiendo y exponiendo mucho y batallando poco; gallardías de torneo más que guerra implacable de pasiones; y que había vivido largo tiempo en varias provincias de España, unas veces por gusto y otras desempeñando, cargos públicos importantes.

Y lo despótico de la afición se le conocía en que, bruscamente, y como si no hubiera estado perturbando con vislumbres de amor sus almas nuevas, cesó de decir gallardías, a afectar desdenes a aquellas que más de cerca le tuvieron desde su llegada de París, ya porque de público se las señalase como las conquistas más apetecidas, ya porque lo picante de su trato le diese fácil ocasión para aquellas conversaciones salpimentadas que son muy de uso entre aquellos de nuestros caballeros jóvenes que han visto tierras, y suplen con lo atrevido del discurso la escasez de la gracia y el intelecto.

Débil é impotente en aquel banco de jardín, era más grande y respetable que Julio Desnoyers con toda su juventud y sus gallardías. Había servido en su vida para algo; había hecho lo que él no osaba hacer. Esta convicción de su inferioridad le hizo gemir como un niño abandonado: ¡Qué será de !...

Se vistió alegremente, con una excitación nerviosa que parecía aumentar el vigor de sus brazos y sus piernas. ¡Qué gozo poder correr por la arena amarilla, asombrando con sus gallardías y atrevimientos a una docena de miles de espectadores!... Su arte solo era verdad: lo que proporciona entusiasmos de muchedumbres y dinero a granel.

Su madre le enviaba todos los meses una cantidad tres o cuatro veces superior al sueldo que él percibía. Su hermana Lola, a pesar de que veía en él un conjunto de todas las gallardías y seducciones varoniles, protestaba contra las maternales larguezas.

La capa bohemia supo las gallardías de Espronceda en su buena época romántica, antes de destrozar su leyenda con aquel fementido discurso sobre las lanas... Pelayo del Castillo, Eduardo del Palacio, Manuel Paso, Pedro Barrantes, sabían del encanto de la capa bohemia, que entre nosotros tiene también el desgaire de la capa manolesca. Y ¡Alejandro Sawa!...

Lo propio ocurría con las palomas en sus casilleros, a los que entraban y salían en continuo movimiento, interrumpido sólo para observar la formidable encarnizada lucha que trababan de pronto dos machos encrespados, cuyas gallardías y cuyos aletazos, sugerían la línea de dos caballeros medioevales que, sobre los hombros las flotantes capas, combatieran por la dama.