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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Una hermosa barba patriarcal que le tapaba las solapas del traje parecía suavizar los salientes enérgicos de los pómulos y las fuertes articulaciones de su mandíbula robusta y prominente como la de los animales de presa. Tenía cana la barba, gris el pelo y, sin embargo, parecía envolverle un nimbo de juventud, de fuerza serena, de energía reposada y tenaz, que se comunicaba á cuantos le rodeaban.
Por su palabra grave y reposada, por sus modales aristocráticos sin altivez, pero donde se traslucía su linaje, por la leve insinuante sonrisa que acompañaba a su discurso, era el perfecto tipo del caballero a la antigua española. ¿Conque voy a tener el gusto de llamarle pronto pariente? ¡Oh! señor conde respondí todo sofocado, el honor sería para mí... pero no hay nada de eso. ¿Por qué no?
Pero Sancho fue más expresivo, y empujó al pillastre, expulsándole con violencia de la acera. Instantáneamente recibió en el hombro un golpe dado con la guitarra. Los dos se hallaron frente a frente mirándose con ojos de ira. Quizás habría seguido adelante la contienda, si Gracián no dijera con voz reposada: Sancho, ¿qué es eso? Ambos entraron en el Colegio.
En el silencio de la noche, la voz reposada y armoniosa de María Teresa, llegó hasta Juan: Pues sí, lo prefiero a todos los demás, porque baila el boston admirablemente. Los pasos se alejaron; las risas frescas de las jóvenes se fueron apagando, se sintió el ruido de las puertas que se cerraban, y luego, poco a poco, reinó el silencio.
Su voz es chillona, atropellada, inaguantable; así como la de la conciencia es grave, reposada, convincente; y lo que dice no tiene refutación. Ahora parece que llora.... Se va poquito a poco perdiendo la voz dijo la Nela, atenta a lo que oía. De pronto salió por la gruta una ligera ráfaga de aire.
Así que nuestro sensato joven se hallaba a más de cien leguas de los tres mil duros de renta de la graciosa heredera cuando creía estar tocándolos ya con la punta de los dedos. Su formalidad jamás desmentida, su elocuencia reposada y serena, sus levitas prolongadas, sus ideas de orden y su jurisprudencia se habían estrellado contra una prevención tan cruel como injustificada.
Perecida de risa estaba la duquesa, viendo la cólera y oyendo las razones de Sancho, pero no dio mucho gusto a don Quijote verle tan mal adeliñado con la jaspeada toalla, y tan rodeado de tantos entretenidos de cocina; y así, haciendo una profunda reverencia a los duques, como que les pedía licencia para hablar, con voz reposada dijo a la canalla: ¡Hola, señores caballeros!
Cerca de un mes permanecieron en la antigua ciudad episcopal, paseando a la caída de la tarde por las calles solitarias cubiertas de hierba, con sus palacios ruinosos del tiempo del Concilio; bajando en esquife la corriente del Rhin a lo largo de riberas orladas de bosques; deteniéndose a contemplar las casitas de techo rojo y amplias parras bajo las cuales cantaban los burgueses jarro en mano, con una alegría germánica de sochantre, grave y reposada.
De lo que antes yo gustaba más, en la filosofía alemana, era del optimismo. El ser llorones se dejaba a los poetas exóticos, como Byron y Leopardi. En Alemania, ni los poetas siquiera eran quejumbrosos y desesperados. En el más grande de todos, en Goethe, celebro yo con singular contentamiento cierta alegría reposada y majestuosa y cierta olímpica serenidad.
Pero yo no había imaginado ver aquella divina expresión de dignidad reposada y grave con que habló conmigo desde ese instante para decirme después y reiteradamente: «Yo tengo que agradecerle de veras, señor, el honor que usted me dispensa, pero que, aun cuando me sintiera inclinada a aceptar, por mucho que no lo merezca, no podría aceptarlo sin menoscabar el concepto que me he formado de mis deberes de hija: yo me debo a mi padre, señor, y sería una criminal yo lo entiendo así, perdóneme si lo abandonara en sus últimos años». «¿Ni con el asentimiento de él?» le pregunté, y me contestó: «Ni con el asentimiento de él... que me lo daría, estoy segura, si creyera que podría hacerme más feliz... pero que yo tendría que juzgar en su verdadero significado: como un supremo sacrificio hecho por mí y que yo no podría imponer ni aceptar».
Palabra del Dia
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