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1 Pasadas estas cosas, reposada ya la ira del rey Asuero, se acordó de Vasti, y de lo que hizo, y de lo que fue sentenciado sobre ella. 2 Y dijeron los criados del rey, sus oficiales: Busquen al rey mozas vírgenes de buen parecer; 4 y la doncella que agradare a los ojos del rey, reine en lugar de Vasti. Y la cosa agradó en ojos del rey, y lo hizo así.

Primitivo, más blando que un guante, le daba cuenta en voz reposada de lo ocurrido allí durante medio año, en materia de vacas paridas, obras emprendidas, rentas cobradas; y mientras el padre reconocía así su autoridad superior, la hija le servía diligente y humilde, con pegajosa dulzura de animal doméstico que implora caricias. No sabía Julián qué cara poner en vista de una acogida tan cordial.

Hablaba con lentitud, con una tristeza reposada, como hombre acostumbrado á las miserias de un mundo del que pronto había de salir. Adivinó el llanto de Batiste. ¡Fill meu!... ¡fill meu!... Todo lo que ocurría ahora lo esperaba él ¡hijo mío! Ya se lo había dicho el primer día que le encontró instalado en las tierras malditas: «¡Le traerían desgracia!...»

Cuando, al separarse, ella recomponía su tocado, con ademán tranquilo, familiar, echaba a la cabeza, en posturas de estatua, sus brazos de Juno, sonreía con reposada placidez, dejando los rizos de la sonrisa rodar en su boca y sus mejillas, como la onda amplia de curva suave y graciosa del mar que se encalma; pensaba, mirando el rostro pálido del aturdido amante, más muerto que vivo a fuerza de emociones, pensaba en Mochi y se decía: ¡Si le dijeran a ese miserable lo dichoso que acaba de ser este pobre diablo! Todo, todo por venganza. ¡

Conmovíase la catedral con la proximidad de la procesión. Sonaban las puertas de las sacristías al abrirse y cerrarse con estrépito; iba la gente atareada de un lado a otro. En aquella vida reposada y monótona, el incidente anual de una procesión que había de recorrer varias calles causaba iguales trastornos y ocupaciones que una expedición aventurada a países lejanos.

Diciendo esto tomó la mano de su madre entre las dos suyas y fijó en su rostro las miradas con una expresión grave y reposada, poco común en su inquieto y caprichoso carácter.

¿Has oído, Van-Horn? le preguntó Cornelio con voz reposada. , señor Cornelio contestó, alarmado, el piloto. ¿Serán nuestros compañeros, mi tío, mi hermano...? No lo ; pero empiezo a tener esperanza. Acudamos, Van-Horn, antes de que se alejen. ¿Con esta oscuridad? No importa. Ya trataremos de orientarnos.

Sea de esto lo que se quiera, lo que nos importa añadir aquí es que el aspecto, ademán y entono de donna Olimpia estaban llenos de reposada majestad. De sus años no sabemos qué decir. Como las deidades mitológicas, como los seres inmortales, su edad era problemática; era casi un misterio. Se diría, no obstante, que aquel astro culminaba entonces en el meridiano de su belleza y de su gloria.

Llenaba con tanto celo su deber, que apenas, muy de tarde en tarde, escribía una carta, sobria y breve, a sus padres, ya habituados a aquel alejamiento, como padres de hijo marino que navega al otro lado del mundo. Su vida era reposada, monótona, sin emociones que le agitaran ni cavilaciones que le desvelasen; existencia plácida, quizá egoísta, de una tranquilidad análoga al silencio del campo.

El otro levantó la mirada, y respondió con su voz reposada y tranquila: ¡Buenach nochech, cheñor L'Ambert! ¡Hablas, luego vives! dijo éste. Chiertamente que vivo. ¡Miserable!... ¿qué has hecho de mi nariz? Y, mientras se expresaba de este modo, habíale agarrado por el cuello, y lo sacudía bruscamente.