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Todo elemento noble de aquella civilización; todo lo que la vincula a generosos recuerdos y fundamenta su dignidad histórica el legado de los tripulantes del Flor de Mayo, la memoria de los patricios de Virginia y de los caballeros de la Nueva Inglaterra, el espíritu de los ciudadanos y los legisladores de la emancipación , quedarán dentro de los viejos Estados donde Boston y Filadelfia mantienen aún, según expresivamente se ha dicho, «el palládium de la tradición washingtoniana». Chicago se alza a reinar.

El maestro de ceremonias era un tal Boston, célebre taravilla, y la ocasión parecía prestarle magnífica ocasión para lucir sus chistes y agudezas. Este ingenioso bufón pasó dos días preparando una parodia del ceremonial de la iglesia, con algunas alusiones de sabor local. Ensayose convenientemente el coro y se eligió padrino a Alejandro Tipton.

Dimmesdale por los ministros más ancianos de Boston y por los dignatarios de su misma iglesia quienes, para emplear su propio lenguaje, le amonestaron acerca del pecado que cometía en rechazar el auxilio que la Providencia tan manifiestamente le presentaba. Los oyó en silencio y finalmente prometió consultarse con el médico. Si fuere la voluntad de Dios, dijo el Reverendo Sr.

Nuestro partido perderá el gobierno por eso, señores; por extender el número de las asambleas. Con una cámara única de veinticinco amigos no seremos vencidos. Yo se lo he dicho siempre al general: No le haga caso a don Benjamín Boston; mire que don Benjamín es de origen norteamericano, mientras que nosotros debemos seguir la escuela política de Rivadavia.

Los viejos jugaban al piqué; las viejas al boston, presididas por la Vizcondesa. El recaudador de contribuciones jugaba al billar con el alcalde, y Cecilia, agrupando en torno suyo a los jóvenes, propuso pasar el tiempo en juegos de prendas, lo que se aceptó con entusiasmo. Los juegos de prendas están aún de moda en las provincias, sobre todo en la de los Bajos Pirineos.

Jorge Ellis, vecino de Boston, manifestó incidentalmente, en una conferencia pública, que no había ni el más ligero asomo de verdad en lo referente al carácter y personalidad del ministro que tan importante papel desempeña en La Letra Escarlata. Sostiene el Dr.

Es un hecho auténtico que el código puritano imponía semejante castigo; y se supone que Hawthorne lo vió mencionado en alguno de los archivos de Boston, y aún puede verse en las leyes de la Colonia de Plymouth del año 1658. No hace mucho que el erudito investigador de los anales de la Nueva Inglaterra, el Reverendo Dr.

Imaginábase que los españoles o los contrabandistas se apoderaban del castillo. ¡Pobrecilla!... Por fortuna no tardé en tranquilizarla... ¿Y qué tal va su salud, y la de usted? Envidiables. ¿Se han aburrido ustedes mucho en mi ausencia?... ¿qué han hecho aquí, entretanto? Ayer tuvimos reunión, y jugamos al whist y al boston. ¡Perfectamente! Y, a propósito, tengo que reprender a usted.

¡Tu dixisti! gritó Diógenes con grande ahínco. Y lo repito prosiguió Leopoldina . Pero yo le aseguro a ese indecente que ha de oír de mis labios cuatro palabritas bien dichas... ¡Oh, si yo lo tenía previsto! En el último baile que dio llevaba medias azules de algodón... Como que su suegro tiene en Boston una fábrica.

La vida intelectual me parece que en Francia, más que en nación alguna, está reconcentrada en su capital, París. En Alemania hay muchos centros, como Berlín, Leipzig y Stuttgard, que persisten, a pesar de la unidad política creada por el Imperio. En los Estados Unidos, con no menor actividad, se escriben y se publican libros en Nueva York, en Boston, en Filadelfia o en Chicago.