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Actualizado: 26 de junio de 2025
LOS ESTADOS OCCIDENTALES Y CENTRALES, con planos grandes de las ciudades de Boston y Nueva York y sus alrededores. No. 5. No. 6. No. 7. M
«Esos cíclopes...», dice Groussac; «esos feroces calibanes...», escribe Peladan. ¿Tuvo razón el raro Sar al llamar así a estos hombres de la América del Norte? Calibán reina en la isla de Manhattan, en San Francisco, en Boston, en Washington, en todo el país.
¡Oh! no son ellos los únicos que aprovechan hábilmente «la ocasión...» Supongo que usted no se ha fastidiado en el almuerzo. El señor Martholl, ese feliz mortal tan elegante, ¿es tan admirable en su conversación como en su manera de bailar el boston?
La idealidad de lo hermoso no apasiona al descendiente de los austeros puritanos. Tampoco le apasiona la idealidad de lo verdadero. Menosprecia todo ejercicio del pensamiento que prescinda de una inmediata finalidad, por vano e infecundo. No le lleva a la ciencia un desinteresado anhelo de verdad, ni se ha manifestado ningún caso capaz de amarla por sí misma. La investigación no es para él sino el antecedente de la aplicación utilitaria. Sus gloriosos empeños por difundir los beneficios de la educación popular, están inspirados en el noble propósito de comunicar los elementos fundamentales del saber al mayor número; pero no nos revelan que, al mismo tiempo que de ese acrecentamiento extensivo de la educación, se preocupe de seleccionarla y elevarla, para auxiliar el esfuerzo de las superioridades que ambicionen erguirse sobre la general mediocridad. Así, el resultado de su porfiada guerra a la ignorancia, ha sido la semicultura universal y una profunda languidez de la alta cultura. En igual proporción que la ignorancia radical, disminuyen en el ambiente de esa gigantesca democracia, la superior sabiduría y el genio. He ahí por qué la historia de su actividad pensadora es una progresión decreciente de brillo y de originalidad. Mientras en el período de la independencia y la organización surgen, para representar lo mismo el pensamiento que la voluntad de aquel pueblo, muchos nombres ilustres, medio siglo más tarde Tocqueville puede observar, respecto a ellos, que los dioses se van. Cuando escribió Tocqueville su obra maestra, aún irradiaba, sin embargo, desde Boston, la ciudadela puritana, la ciudad de las doctas tradiciones, una gloriosa pléyade que tiene en la historia intelectual de este siglo la magnitud de la universalidad. ¿Quiénes han recogido después la herencia de Chánning, de
En el silencio de la noche, la voz reposada y armoniosa de María Teresa, llegó hasta Juan: Pues sí, lo prefiero a todos los demás, porque baila el boston admirablemente. Los pasos se alejaron; las risas frescas de las jóvenes se fueron apagando, se sintió el ruido de las puertas que se cerraban, y luego, poco a poco, reinó el silencio.
Ocasiones semejantes pueden traer á la memoria de los ciudadanos ya entrados en años, el tiempo aquel antes de la última guerra con Inglaterra en que Salem era un puerto de importancia, y no desdeñado como lo es ahora por sus propios comerciantes y navieros, que permiten que sus muelles se destruyan, mientras sus transacciones mercantiles van á engrosar, innecesaria é imperceptiblemente, la poderosa corriente del comercio de Nueva York ó Boston.
El pradillo frente á la cárcel, del cual hemos hecho mención, se hallaba ocupado hace unos doscientos años, en una mañana de verano, por un gran número de habitantes de Boston, todos con las miradas dirigidas á la puerta de madera de roble con puntas de hierro.
Tal vez haya sido esto principio de una tosca heráldica; pero me inclino a pensar que, como en aquellos días el verdadero nombre de un individuo descansaba únicamente en su deleznable palabra, nadie hacía de ello el más leve caso. ¿Te llamas Clifford, no es verdad? dijo Boston, dirigiéndose con soberano desprecio a un tímido recién llegado al campamento.
En 30 de Enero de 1774 salió de las Dunas, creyéndose que iba á Boston en América, el navío de S. M., nombrado el Endeavour, su comandante el teniente Jaime Gordon: pero al llegar á Lizard, punta occidental de este reino, abrió el comandante su pliego en el que halló la órden de que sin pérdida de tiempo navegase en derechura á las islas de Falkland, aunque no tenia entonces mas provisiones que para cuatro meses.
Muchas líneas directas de vapores de Europa, así como algunas de Nueva York, Boston y otros puertos norteamericanos, ofrecen comunicación regular y medios rápidos de transporte para la gran república. La población del Brasil se calcula en 24,000,000 de habitantes, en su mayor parte de descendencia portuguesa, y el portugués es el idioma oficial de la república.
Palabra del Dia
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