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Actualizado: 22 de junio de 2025


Estaba ahora, y estuvo durante los breves momentos que siguieron, de pie, con la rodilla sobre el silloncito. Mordía un papel jamás supe de dónde pudo salir y me miraba, subiendo y bajando imperceptiblemente las cejas. ¿Por qué? repuse al fin.

Doctor le dijo , tendría usted que haber llegado un momento antes; se ha perdido usted un hermoso panegírico de la homeopatía. El señor P..., que acaba de salir, se alababa de hacernos vivir a todos con un solo pulmón. ¿Qué le parece a usted? El anciano médico se encogió imperceptiblemente de hombros.

Ocasiones semejantes pueden traer á la memoria de los ciudadanos ya entrados en años, el tiempo aquel antes de la última guerra con Inglaterra en que Salem era un puerto de importancia, y no desdeñado como lo es ahora por sus propios comerciantes y navieros, que permiten que sus muelles se destruyan, mientras sus transacciones mercantiles van á engrosar, innecesaria é imperceptiblemente, la poderosa corriente del comercio de Nueva York ó Boston.

No te guardo rencor, puesto que tuviste interés en obrar de ese modo. ¿Pero me conocía también Jenny Hawkins? ¿Por qué? En el momento en que se cerró la puerta, dijiste en voz baja: "¡Cuidado! ¡Tragomer!..." Sorege frunció imperceptiblemente las cejas. Acaso se sentía algo rudamente apurado y empezaba á ponerse de mal humor. Con cierta sequedad respondió. ¿Oíste? ¡Ladino! Tienes buen oído.

Sonriose imperceptiblemente el vizconde, mirando a Felipe, quien con ojos azorados y con el sombrero en la mano, permanecía clavado en su sitio como pidiendo el socorro de un alma caritativa. Por fortuna entró en esto la condesa, y Felipe, sintiéndose salvado, acercose presuroso a ofrecerle sus respetos.

María arrugó imperceptiblemente el ceño, y se volvió a con risueña sorpresa: ¡Pero supongo que no tendría deseo de visitarnos! Aunque el tono de la exclamción no pedía respuesta, María quedó un instante en suspenso, como si la esperara. Vi que Vezzera me devoraba con los ojos. Aunque deba avergonzarme eternamente repuse confieso que hay algo de verdad... ¿No es verdad? se rió ella.

Dejóme oír su argentina risa y contestó: Hablas como si desearas oírme repetir que no te amaba cuando no eras Rey. Pero ¿es eso cierto? murmuró casi imperceptiblemente. Pero tén cuidado, Rodolfo, prudente. Mira que ahora estará furioso. ¿Quién? ¿Miguel? ¡Oh, si no fuera más que eso! ¿Qué quieres decir, Rodolfo? Aquella era la última oportunidad que podía ofrecérseme.

Porque mi amante se ido para no volver le contesté arrojando una mirada al mar, en cuyo horizonte se veía ya imperceptiblemente como un punto blanco próximo á desaparecer, el bergantín que conducía á mi último amante, que acaso no se acordaba ya de . ¡Bah, muchacha! me dijo el soldado ; á rey muerto, otro al puesto; por mucho que le quieras, pronto le olvidarás, si pones otro en su lugar.

Señorita Sol, ¿qué me le ha hecho a mi Lucía? ¿Por qué no sales a recibirme? ¿para castigarme porque por verte hoy he andado veintidós leguas en mula? A Lucía se le veían temblar los labios imperceptiblemente, y como crecer los ojos. Su mano se sacudía entre las de Juan, que la miraba con asombro. Sol hacía como que sobre una mesita un poco alejada arreglaba las flores de un vaso.

Y ahora, casi imperceptiblemente á pesar de la lentitud de sus últimos pasos, se encontraba frente á frente de aquel tablado, cuyo recuerdo jamás se borró de su memoria, de aquel tablado donde, muchos años antes, Ester Prynne había tenido que soportar las miradas ignominiosas del mundo. ¡Allí estaba Ester teniendo de la mano á Perla! ¡Y allí estaba la letra escarlata en su pecho!

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