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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Sus manos finas, transparentes y monjiles, que parecían hechas para tejerse en los éxtasis y para filigranar ofrendas de vírgenes y capas pluviales; sus manos, finas y transparentes, eran doctas en los secretos del amor mundano. Cuando yo la conocí, tenía la desolada belleza de las ruinas.

Para el padre Anselmo era doña Inés modelo de casadas y de madres de familia y dechado ejemplar de señoras distinguidas y doctas. En todo cuanto le dijo acerca de Juanita no advirtió otro intento que el de evitar o reprimir el escándalo y el mal ejemplo que en el Jugar se estaba ya dando.

Y si por acaso caía alguno de ellos en sandez por el estilo era para su vencimiento y vergonzosa desventura. Sírvante de lección la vida y los amores de Marco Antonio y Cleopatra, que habrás leído o habrás oído referir a personas doctas. Juiciosa es la doctrina que expones interpuso Miguel de Zuheros . No atino contradecirla ni a disputar contigo. El corazón, no obstante, puede más que la cabeza.

Virrey y Hoidores de la Rl. Audiencia, siendo así que en su sentencia el Tribunal S.to intercedía para los dichos Jueces seglares orasen con el susodicho de clemencia y misericordia, y hauiendo estado el dicho judaizante asistido y perennemente y ladeado de personas doctas religiosas, que con su doctrina y zelo católico procurauan con toda solicitud se redugiesse a la verdadera ley evangélica de Jesu Cristo.

Habiendo nacido con muy particulares disposiciones para las ciencias naturales, debo á los consejos y á las doctas lecciones de un padre, cuyo nombre es digna y honrosamente conocido entre los sabios, el temprano desarrollo de ese instinto poderoso que al estudio de ellas me impulsaba.

Así los que aborrecian á todos aquellos que observaban la lei de Moisés, i negaban á los que descendian de ellos la entrada en las dignidades eclesiásticas i en las órdenes militares, ya querian abrirles franca puerta, solamente por una ficcion que era agradable á sus ojos. ¡Tanto puede una noticia que traiga consigo apariencias de verdad, i que alcance la ventura de ser acreditada por personas ilustres en la sangre, insignes en los hechos i doctas en los escritos!

La idealidad de lo hermoso no apasiona al descendiente de los austeros puritanos. Tampoco le apasiona la idealidad de lo verdadero. Menosprecia todo ejercicio del pensamiento que prescinda de una inmediata finalidad, por vano e infecundo. No le lleva a la ciencia un desinteresado anhelo de verdad, ni se ha manifestado ningún caso capaz de amarla por misma. La investigación no es para él sino el antecedente de la aplicación utilitaria. Sus gloriosos empeños por difundir los beneficios de la educación popular, están inspirados en el noble propósito de comunicar los elementos fundamentales del saber al mayor número; pero no nos revelan que, al mismo tiempo que de ese acrecentamiento extensivo de la educación, se preocupe de seleccionarla y elevarla, para auxiliar el esfuerzo de las superioridades que ambicionen erguirse sobre la general mediocridad. Así, el resultado de su porfiada guerra a la ignorancia, ha sido la semicultura universal y una profunda languidez de la alta cultura. En igual proporción que la ignorancia radical, disminuyen en el ambiente de esa gigantesca democracia, la superior sabiduría y el genio. He ahí por qué la historia de su actividad pensadora es una progresión decreciente de brillo y de originalidad. Mientras en el período de la independencia y la organización surgen, para representar lo mismo el pensamiento que la voluntad de aquel pueblo, muchos nombres ilustres, medio siglo más tarde Tocqueville puede observar, respecto a ellos, que los dioses se van. Cuando escribió Tocqueville su obra maestra, aún irradiaba, sin embargo, desde Boston, la ciudadela puritana, la ciudad de las doctas tradiciones, una gloriosa pléyade que tiene en la historia intelectual de este siglo la magnitud de la universalidad. ¿Quiénes han recogido después la herencia de Chánning, de

Empezó pues el Muy Ilustre Señor Don Pedro Guerrero de Bolaños, Inquisidor Apostólico, asistido de Don Juan de la Puebla, Secretario del Secreto, a llegarse al fallo, y entrando en el encierro de Pedro Onofre Cortés de Guillermo, alias Moxina, le notificó que habiéndose visto y comunicado su causa con personas muy doctas, de grandes letras y ciencia, siendo sus delitos tan graves y de tan mala calidad, se había hallado, y juzgado, que para ejemplo de ellos había de morir el martes siguiente; así que se previniese, y apercibiese; y para que lo pudiese hacer como convenía, le dejaba allí tres religiosos.

En novelas, en poesía lírica, en libros de filosofía, de historia y de otros asuntos, puede un autor prescindir de la corrupción literaria de su tiempo, de la rudeza y del corto saber de sus contemporáneos y de sus tonterías y extravagancias, y componer su obra para un público eterno; para que la posteridad la aplauda, haciéndole justicia: para que gente más instruída y estéticamente mejor educada le comprenda y le admire, allá en los siglos que están por venir, ó bien para que en el día un cortísimo número de personas discretas, refinadas y doctas, se deleiten leyéndole y saboreando todos los primores de fondo y de forma que hay en su producción literaria, convirtiéndola para el vulgo profano en el libro de los siete sellos.

II, «nuestra Península no solo era la nacion mas culta de toda Europa, sino la única provincia que conservaba todavia la cultura romana; la única que sabia las tres lenguas doctas, hebrea, griega y latina; la única que podia gloriarse de hombres verdaderamente sabios; la única que tenia seminarios, academias y bibliotecas... Aun con las bárbaras y sangrientas irrupciones de los Mahometanos, no se cerraron del todo nuestras escuelas y colegios, no se desampararon los estudios, no se abandonó el cuidado de recoger libros y formar bibliotecas, no se dió lugar á la supersticion y barbarie de los demas europeos... No sabian los Italianos medir un verso ni hablar bien en la lengua de sus padres, cuando resonaban las prosas y las poesías de nuestros Eulogios y Alvaros... Nuestras catedrales y monasterios renovaban los archivos y librerías quemados por los moros; nuestros obispos y abades mantenian seminarios de instruccion para clérigos y niños; nuestros eclesiásticos y doctores ejercitaban la pluma en tratados científicos y eruditosCabalmente son Cordobeses los dos sabios Alvaro y Eulogio citados por el crítico Masdeu, y ambos se formaron en la escuela de un ilustre abad, llamado Esperaindeo, que probablemente cursaba siendo adolescente las aulas de la iglesia cordobesa en los años últimos del reinado de Abde-r-rahman I. Decimos que probablemente estudiaria Esperaindeo en Córdoba, porqué de seguro no se sabe, si bien tampoco se contradice.

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