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De manera que se contentó con abrir sus grandes ojos, sonriendo a la ruborosa mejilla de Filomena, bello ejemplar de la florescencia del sudoeste, y después dejó a un lado la cuestión. En una sabrosa epístola que escribió a su mejor amiga de Boston podía leerse lo siguiente: «Opino que la parte de esta comunidad que se emborracha, es aún la menos digna de objeción.

La ceremonia que acababa de celebrarse era tal vez más risible que la que había concebido el satírico Boston, pero, cosa extraña, nadie reparó en ello. Tomasín fue bautizado tan seriamente como lo hubiera sido bajo las bóvedas de un templo cristiano, y en igual forma tratado y considerado.

La salud de los vecinos de la buena ciudad de Boston, por lo menos en lo que se refiere á la medicina, había estado hasta entonces confiada á la tutela de un anciano diácono y farmacéutico, cuya piedad y rectitud eran testimonios más convincentes en favor suyo, que los que podría haber presentado bajo la forma de un diploma en regla.

Ya se comprenderá que tertulias formadas por una joven de veinte años y por ancianos de setenta serían muy sobrias y sobre todo poco ruidosas; dos mesas de juego en un rincón, los bastidores de bordar de Antonia y de la señora Braun en medio del salón y sillones al rededor para los que preferían al wist o al boston, la conversación; tales eran los accesorios de aquellas sencillas reuniones.

En aquel tiempo, dijo, no había en Boston sino una iglesia, y sus pastores ó ministros eran Juan Wilson y Juan Cotton.

Por lo tanto, con continente casi sereno sufrió Ester esta parte de su castigo, y llegó á un pequeño tablado que se levantaba en la extremidad occidental de la plaza del mercado, cerca de la iglesia más antigua de Boston, como si formara parte de la misma.

La voz que había llamado su atención era la del reverendo y famoso Juan Wilson, el clérigo decano de Boston, gran erudito, como la mayor parte de sus contemporáneos de la misma profesión, y con todo eso hombre afable y natural. Estas últimas cualidades no habían tenido, sin embargo, un desenvolvimiento igual al de sus facultades intelectuales.

Habia cuatro meses que estaba ausente y en gran miseria por la pérdida de todas sus áncoras, menos una pequeña, y el capitan quiso pasar el invierno en Egmont, donde habia tres navios mas de Boston, que fueron tambien á la pesca de la ballena, y tuvieron la fortuna de coger tres cada uno, aunque sufrieron algunos trabajos por la falta de velas, járcias, y otros materiales, de que los proveyó Mr.

Alicia hablaba con extrema vivacidad, y el registro de su voz se mantenía en las notas agudas; continuó: No me agradezca nada; mi invitación es interesada. De todos mis amigos, es usted quien baila mejor el boston; quiero dirigir el boston con usted.