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Actualizado: 14 de junio de 2025


¡Eso no es posible, no sucederá!... Ella movió la cabeza. ¡No digas que no! insistí. ¡No digas que no!... Ya que no me amas, que me odias, que me execras; pero no me digas, que amas a otro, porque... porque... Le amo dijo. Entonces la supliqué, hasta lloré. Ella repitió: Le amo. No se debe mentir. Yo no fingir. Le amo; y porque este amor me está vedado, muero.

Te lo juro; créeme; te lo juro por la salvación de mi alma; no le rechacé porque entraste, y más duramente lo hubiera rechazado yo si no entras. Vengo a decírtelo para que me perdones, porque te amo. Quiero que lo sepas: estoy arrepentida de haberte despedido y me muero por ti y no puedo vivir sin ti.

No fué vano mi temor. ¡Don Diego!... ¿Qué sangre es ésta? 380 Matóme doña María, La hija de don Bernardo. ¡Alcaide! ¡Gente! ¿Qué aguardo? Yo muero Con razón, aunque á traición. Muy justa venganza ha sido, Por fiarme de mujer. 390 Mas no la dejéis prender. Yo pienso que habrá salido. Pero ¿por qué no queréis Que la prendan?

Y en la veloz carrera Flameaba la bandera Del ínclito Escuadron, Y al ver la artillería Su gefe le decía: «Soldados, al cañonMas ¡ay! bala traidora De pronto silvadora Su pecho traspasó; Y con ferrea pujanza Apretando la lanza Moribundo cayó. Alzando la cabeza Repite con firmeza: «Avance el Escuadron! «Este es mi adios postrero... «Yo por la patria muero... «Soldados, al cañon

Además, el collar de perlas estaba sobre su pecho, las esmeraldas en las orejas y todos sus brillantes en los dedos». Una sonrisa triste crispó sus labios al intentar mirarse en los cristales de la ventana, negros aún por la lobreguez de la noche, y que le servían de espejo. Muero como un militar: dentro de mi uniforme dijo á su abogado.

Pero, no importa; la pasión me asusta, me aterra; pero, con todo, no hubiera querido morirme sin sentir esto, suceda después lo que quiera. ¡Ay, Serafina de mi alma, quiérame usted por Dios, porque estoy muy solo y muy despreciado en el mundo y me muero por usted...! Y no pudo continuar porque las lágrimas y los sollozos le ahogaban.

Dos estremos considero en el bien por quien suspiro, uno y otro lisonjero, que no vivo, si lo miro, y si no lo miro, muero. Ojos, si habeis de elegir el uno para vivir, los dos os han de matar: ó no vivir ó mirar: ó no mirar ó morir. Compiten con fuerza y brio estos estremos de amor, uno ardiente y otro frio, en vos, cobarde temor, y en vos, pensamiento mio.

Yo entiendo que mi padre Irá presto a Granada O que tendrá otro justo impedimento Que a nuestra vida cuadre, Y yo estaré ocupada En sólo este cuidado y pensamiento. ABIND. Y en este apartamiento, ¿Qué me dejas por vida, Si la vida me llevas? JARIFA. La esperanza y las nuevas De que será tan presto tu partida. ABIND. ¡Al fin te vas, señora! ¡Triste de , si yo me muero agora!

-Yo soy -respondió don Quijote-, que vengo a suplir tus faltas y a remediar mis trabajos: véngote a azotar, Sancho, y a descargar, en parte, la deuda a que te obligaste. Dulcinea perece; vives en descuido; yo muero deseando; y así, desatácate por tu voluntad, que la mía es de darte en esta soledad, por lo menos, dos mil azotes.

«Por el paso en que estoy, y por la cuenta que voy á dar á Dios, declaro y juro que he vivido siempre y muero como fiel y católico cristiano, y de esto hago á Dios testigo. Y confieso á mi Rey y señor natural, y á todas las coronas y reinos que posee, que jamás fuí sino fiel servidor y vasallo suyo; de lo cual podrán ser buenos testigos el señor Condestable de Castilla y su sobrino el Sr.

Palabra del Dia

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