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Actualizado: 14 de junio de 2025


Dime... ¿Qué te parece mi vestido...? LIONEL. ¿Tienes mucho interés en tomarlo...? LINE. No puedo pasarme sin el te. ¡Ni siquiera durante la guerra carecí nunca de te! Hazlo bien, ¿eh...? Una cucharada para la tetera y una cucharada para cada persona. LINE. ¡Alivia...! ¡Me muero de sed...! LIONEL. ¡Bebe ligera...! ¡Si tienes sed, yo tengo hambre!

Si nota algún cambio, me llama, pero creo que esto no sucederá hasta mañana. Entre tanto yo me muero de sueño. Lanzó un bostezo sonoro y salió. Su lenguaje y su sangre fría ante el moribundo me chocaron.

¡Ay, Alfonsito!... ¡Pobre hijo de mi corazón!... ¿Y qué hago con él? ¿Me lo llevo?... No, déjalo en el colegio. ¡Oh, no, no, eso no! exclamó Elvira fuera de . ¿Y si su padre va a verlo y se lo lleva y me lo quita?... ¡Hijo de mi alma!... ¡Verme yo sin él!... ¡Me muero entonces!... ¡Me muero!

No merece este amor asesino que me ha entrado en el alma murmuraba la comedianta bajando precipitadamente las escaleras . ¡Yo estoy loca! ¡yo me muero! ¡Dios mío! ¡irá! ¡irá! ¡le parezco hermosa! ¡le embriago!... ¡, irá! pues bien... ¡me vengaré de él y de ella! ¡él me obliga! ¡aquel horrible beso!... ¡Oh, Dios mío!

Son tonterías de la juventud... cuestión de amores, contestó ruborizándose un poco. Pues cuente V. esas tonterías. Me muero por ellas: no lo puedo remediar, me gustan más esas cosas que la reforma de la ley Hipotecaria de que V. me habló ayer. No soy poeta, D. Ramón; soy crítico.

LEONOR. ¡El es; y desea morir cuando su vida es mi vida! ¡Si así me viera afligida por él al cielo pedir!... MANRIQUE, dentro. No llores si a saber llegas que me matan por traidor, que el amarte es mi delito, y en el amor no hay baldón. ¡Ay! Adiós, Leonor, Leonor. LEONOR. ¡Que no llore yo, cruel! No sabe cuánto le quiero. ¡Que no llore, cuando muero en mi juventud por él!

Sácame de aquí, amigo, así te Dios todos los reinos de la tierra y del mar; sácame ó me muero en esta podredumbreEl geniecillo la levantó con rapidez á grandísima altura, y allá arriba se ahuecó toda, llena de contento, para purificarse y orear su cuerpo. Apartó la vista del palacio y de la ciudad, y ambos siguieron luego su camino sin saber a dónde iban.

Estoy sin un centavo; mi amigo no la conoce a usted... es un hombre ordinario... y como hemos dado ya más de lo que valen los adornos que tiene usted ahí... ¿Pero no sabe usted que tengo repartidos los billetes para el baile de esta noche? Es preciso darlo o me muero del sofoco... Yo, señora...

Retirose la dueña, y D. Evaristo volvió a su tema: «Lo primero que has de tener presente es que siempre, siempre, en todo caso y momento, hay que guardar el decoro. Mira, chulita, no me muero hasta que no te deje esta idea bien metida en la cabeza. Apréndete de memoria mis palabras, y repítelas todas las mañanas a renglón seguido del Padre-nuestro». Después le entró tos.

No tiene fuego; su cumbre está violada, su entraña carcomida, perdió el Coloso vida, de tanta vida en flor, como extirpara luego, y loco de vergüenza y de arrepentimiento, va hundiéndose, va hundiéndose, la mismo que un perfume deshecho por el viento; reuniéndose; plegándose como una multitud plegárase en un templo, o como van los pájaros enfermos a su nido, para gemir: ¡Oh, Césares, miraos en mi ejemplo! para gritar: ¡Oh fuertes, yo muero arrepentido...!

Palabra del Dia

irrascible

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