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Actualizado: 9 de junio de 2025
Creyeron de pronto ver un animal dañino que se ocultaba detrás de la peña, pero Sofía lanzó un nuevo grito, el cual antes era de asombro que de terror, y dijo: Si es la Nela.... Nela, ¿qué haces ahí? Al oír su nombre, la muchacha se mostró toda turbada y ruborosa. ¿Qué haces ahí, loca? repitió la dama . Coge a Lili y tráemelo... ¡Válgame Dios, lo que inventa esta criatura!
De seguro que ninguno de ellos había tenido nunca padre ni madre, ni Lilí, ni sacado en todos los días de su vida un solo premio... Cuando él fuera grande había de ahorcar a todos los empleados del resguardo, colgándolos como los chorizos que había visto una vez en la chimenea del capataz del Encinar, allá en Extremadura... ¡Y todavía, al doblar la esquina de la Universidad, se atravesó un coche, y después un carro de mudanzas y luego un gran ómnibus, y hubo que perder otros tres minutos!
Su primer movimiento, dictado por un afecto que parecía materno, fue correr detrás del animal, tan cercano al peligro; pero su esposo la contuvo, diciendo: Deja que se lleve el demonio a Lili, mujer; él volverá. No se puede bajar, porque este césped es muy resbaladizo.
Al entrar al fin en la última calle, ya tenía el niño la mano en la llave de la portezuela, dispuesto a abrirla, asomando al mismo tiempo la carita, porque de seguro estarían esperándole en algún balcón su padre, su madre, o Lilí, o quizá los tres juntos... Ya les enseñaría él desde allí abajo los premios, y creerían que no era más que uno, y verían luego que eran cinco y dos excelencias. ¡Qué risa entonces!... Pero los balcones estaban todos cerrados, y no se veía en ellos alma viviente.
Teodoro Golfín no había dicho nada durante el conmovedor peligro del hermoso Lili, pero cuando se pusieron en marcha por la gran pradera, donde los tres podían ir al lado uno de otro sin molestarse, el doctor dijo a la mujer de su hermano: Estoy pensando, querida Sofía, que ese animal te ocupa demasiado. Es verdad que un perro que cuesta doscientos duros no es un perro como otro cualquiera.
El niño se decidió al fin, y levantóse para mirar un momento, con la paleta en una mano y el tiento en la otra. Había crecido mucho, iba ya a cumplir trece años y prometía ser muy lindo de cara, y de cuerpo esbelto a la vez que fornido. Acercóse al grupo, sonriendo a Lilí, y púsose a mirar, empinándose un poco, por detrás de su madre y al lado mismo de Jacobo.
A la luz de aquella lámpara miróse las manos, que sentía húmedas y pegajosas, y vióselas teñidas de sangre... Un horror inmenso invadió entonces su cuerpo y anegó su alma, y una idea taladró al fin su mente, como un clavo ardiendo al empuje de un mazo: la de su hija Lilí, arrodillada en el estudio, mostrándole sus manitas manchadas también con la sangre de su hermano, repitiendo con la opaca vibración de un terror sin medida: ¡Sangre!... Mamá... ¡Sangre!...
Al final Lili dio con su elegante cuerpo en medio de las zarzas que cubrían la boca de la cueva, y allí la mantita de que iba vestido fuele de grandísimo estorbo. El animal, viéndose imposibilitado de salir de entre la maleza, empezó a ladrar pidiendo socorro.
¿Grande..., grande? dijo Lilí, indicando con sus manitas uno capaz de encerrar al Pasmo de Sicilia. Sí, grande, grande... Y mira: este es de Aritmética, y este...
Hizo entonces una valiente protesta en que sacó a relucir sus leales opiniones alfonsinas, y mandando a un viejo empleado en la contaduría de la casa que guiase a sus habitaciones a aquellas gentes y presenciara el registro, retiróse dignamente a la sala de billar, seguida de sus doncellas como una reina de sus damas: allí hizo traer a los dos niños, Lilí y Paquito, y abrazándolos tiernamente y sentándolos en sus rodillas, parecía parodiar el triste grupo de la reina María Antonieta, refugiándose con sus hijos en un rincón de las Tullerías, invadidas por el populacho.
Palabra del Dia
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