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Actualizado: 9 de junio de 2025
Desprendióse el niño, al oír esto, de los brazos de Lilí, que, saltando de alegría, le abrazaba, y exclamó con enérgica ira: ¡No!, ¡no!... ¡Papá, no!... ¿Pero por qué? dijo sorprendida Currita, agarrándole por un brazo. Forcejeaba el niño por desasirse, muy colorado y conmovido, y con los hermosos ojos llenos de lágrimas. ¿Pero por qué, por qué? repetía Currita.
Una mano infame había trazado con carbón de diseñar, en los dos ricitos del retrato, la prolongación más sarcástica, el insulto más villano. El niño se puso muy rojo, luego pálido, muy pálido. Cogió el retrato, escondiólo bajo el gabán y fuese hacia la puerta sin decir palabra. Lilí se puso a llorar; entonces volvió el niño y le dio un besito. No llores, tonta...
El viaje fue, pues, decidido, y dos días antes dirigióse Currita al colegio de Chamartín de la Rosa, para sacar a Lilí... La niña había cumplido ya doce años, y más bien que una criatura que comenzaba a vivir, parecía un ángel que iba a volar.
¡Se lo agradecería a usted en el alma, madre Larín; no lo olvidaré en toda mi vida! gimió Currita . Porque no crea usted que en el asunto de mi pobre Lilí faltarán dificultades... Fernandito es muy bueno; pero al cabo, como hombre que es, no tiene la piedad de nosotras las mujeres, y verá la cosa de manera muy distinta.
Ana Isabel Sohönmann inspira a Goethe las lindas composiciones A Lilí y tal vez es ella quien le deja. A la Baronesa de Stein rindió Goethe un culto espiritual de amistad y de estimación, y, ya en todo el goce de su celebridad la hizo juez del mérito de sus obras e inspiradora de algunas.
Importábasele todo esto muy poco a Currita, y sus granizadas intermitentes de besos, de mimos y de imprudencias borraban por completo en el ánimo candoroso de Lilí los largos olvidos y la egoísta indiferencia de su madre; mas no lograban lo mismo en el niño aquellas sensiblerías tempestuosas.
Con los ojos dilatados de terror, púsose Lilí a su lado de un salto y levantó entre sus manos la lívida cabecita. Celestino le cogió en sus brazos y llevóselo apresuradamente fuera de la estancia. Quedó Lilí arrodillada en la alfombra, mostrando a su madre sus manitas ensangrentadas, tartamudeando con la opaca vibración de un terror sin medida: ¡Sangre!... Mamá... ¡Sangre!...
Pasaban al borde de la Trascava, cuando Lili, desviándose del sendero con la elástica ligereza de sus patillas como alambres, echó a correr césped abajo por la vertiente del embudo. Primero corría, después resbalaba. Sofía dio un grito de terror.
¿Gracias?... ¡Ay, madre Larín, qué mundo, qué mundo!... ¡Ojalá y sólo se gastara el dinero en cosas semejantes!... Entró en la berlina... Verdaderamente que aquella idea debía de venir del cielo, porque era Lilí, un ángel del Señor, quien se le había inspirado.
Lilí se reía a carcajadas al ver a su padre forcejeando por sacar la cabeza del saco negro, y corrió a Paquito para decirle al oído un secreto muy grande, muy grande... ¡Pero qué tonto es papá!...
Palabra del Dia
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