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Actualizado: 5 de junio de 2025


Pasamos así horas, inmóviles, en el mismo sitio. La languidez de la tarde había acabado con mi impaciencia. Serían las cinco o cinco y media cuando el mar comenzó a rizarse con olas redondas, blandas, que fueron tomando anchura y cuerpo con rapidez. El chico se subió por el palo del patache, como una ardilla, a arreglar una polea. El viento volvía de nuevo; comenzamos a navegar despacio.

¡La mestiza española...! La que auna la sangre de dos razas, la admiraba de Norte a Sur; la ninfa elaborada por los rayos de plata de la luna; la mujer amorosa cual ninguna, del malayo pensil flor delicada, no volverá a lucir, ni la templada brisa de Oriente arrullará su cuna. No más la languidez de su semblante, ni su busto arrogante, en sus espejos copiarán los ríos;

La cantata que se entonó en el teatro era obra del poeta D. Manuel M.ª Arjona, y su autor la había escrito para que se entonase en un concierto ante el rey José, en Córdoba, cosa que no llegó á verificarse. De la letra, ya olvidada hoy, sólo copiaré los últimos versos, que decían: «....Tal vez se mire en aterido invierno gemir el campo en languidez marchita sufriendo su rigor y hielo eterno.

Escuchábame ella pensativa. Su animación y su ardor para defenderse habían desaparecido. Los párpados caídos me ocultaban sus ojos y una expresión de indecible tristeza ensombrecía su linda cara. La languidez de toda su persona, de su talle inclinado, de sus manos abandonadas, hacíala infinitamente interesante. Tomé una de aquellas manos, inertes en la falda, y la oprimí contra mis labios.

Obdulia le respondió con verdadera emoción, también en voz baja. Formaban la del uno y la del otro un murmullo suave, discreto, que sin saber por qué llenaba de emoción el alma de la joven. Sentíase poseída de una languidez extraña, de una felicidad íntima, que aniquilaba o adormecía su pensamiento.

Toda la máquina humana funciona con fuerza de buen ó mal grado; digiere, respira. La Naturaleza es exigente y sabe el medio de hacerla andar. Los robustos vegetales que forman una sábana de verdura bajo el influjo de los más fuertes ventarrones marinos, nos hacen asomar la vergüenza al rostro cuando los comparamos con nuestra languidez.

¡Lo que me ha perjudicado la guerra! dijo con languidez . Este invierno iban á estrenar en París un baile mío. Todos protestaron de su tristeza: su obra sería impuesta después del triunfo, y los franceses tendrían que aplaudirla. No es lo mismo continuó el conde . Confieso que amo á París... ¡Lástima que esas gentes no hayan querido nunca entenderse con nosotros!...

El alférez dijo, a su vez: ¡per Baco: la gallarda!, y, tomando la mano de Beatriz, interpuso entre sus dedos y los de ella un pañizuelo perfumado. Dieron cinco pasos y después los perdieron. Los instrumentos sonaban con anticuada languidez y el lucido soldado conducía majestuosamente a la niña con la pompa señoril de aquella danza de los abuelos.

Sin sentirme «cansado» de vivir como vivía, porque no cabía el cansancio en un andar tan reposado y, relativamente, metódico como el que había usado yo hasta llegar adonde había llegado por tantos y tan peligrosos caminos, comenzaba a notar a la sazón cierta languidez de espíritu, cierta inapetencia moral que no estaban reñidas seguramente con un paréntesis de reposo, y mucho menos con un cambio de impresiones y de «alimentos». Por este lado, la carta de mi tío no podía llegar más a tiempo de lo que llegó a mis manos.

Velázquez se puso al lado de María-Manuela mientras marchaban en grupos por las calles; pero cuando al llegar á una esquina se despidieron de la familia de Mercedes, tuvo ocasión de acercarse á ésta y hablar con ella algunas palabras. Adiós, gitana le dijo estrechándole la mano afectuosamente. Adiós, naranjita china. Estoy deshecha, niño respondió ella con languidez afectada.

Palabra del Dia

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