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Actualizado: 5 de junio de 2025
Las censuras severas, que su buen juicio le dictaba, salían de sus labios neutralizadas ya por la sonrisa y por la blanda languidez del acento con que las profería, y acababan de perder todo su valor, convirtiéndose en apasionadas muestras de gratitud, merced a las miradas cariñosas con que las acompañaban sus ojos. Doña Luz distaba mucho de ser vana, y distaba más aún de ser codiciosa.
Esto último era lo que en el viajero se notaba más. Eran todas sus actitudes y ademanes como de hombre rendido y exánime. Algo había descompuesto y roto en aquel noble mecanismo, algún resorte de esos que al saltar interrumpen las funciones de la vida íntima. Hasta en su vestir percibíase la languidez y desaliento que tan a las claras revelaba la fisonomía.
Cuando usted guste, caballero le dijo al cabo un muchacho pálido, con ligero bigote negro, volviendo el asiento de gutapercha y mirándole de través. Pablito avanzó distraídamente y se dejó caer en la butaca con esa languidez elegante que adoptan en las peluquerías aquellos a quienes la Providencia señaló con un destello de superioridad. El chico le embadurnó la cara con jabón.
El aire, inflamado por los rayos del sol, nos envolvía como una onda tibia, acariciando nuestras sienes y penetrándonos de una languidez invencible. Los mimbres y álamos esparcían por las orillas sombras flotantes que temblaban y desaparecían a nuestro paso.
Los ademanes muelles y la languidez melancólica con que este exordio fue acompañado, persuadieron al viejo duque, mucho más que las palabras, y casi no dudó de que había insultado a su bienhechora. Yo comprendo continuó , que usted no puede tener mucha estimación por mí. Usted me compadecería, no obstante, porque usted tiene un noble corazón, si conociese la historia de mi vida.
Creo que esas cosas se arreglan de un modo amistoso y que tú estás hecha de un modo que hará fáciles los arreglos. ¡Amor propio de autor! pensé tristemente. Ahora dijo mi padre, trabajemos una hora más y te dejaré en libertad. Estaba yo distraída, mi pensamiento divagaba y tenía gana de llorar. Mi padre echó de ver esta languidez desusada, y me despidió.
Si en la putridez, efecto del arsénico, la reaccion es tumultuosa, la languidez de la circulacion y la inercia nerviosa diferencian entonces la accion del carbon; su pulso es pequeño y mas bien raro que frecuente.
Cuando mis labios se posaron sobre aquella mano aún tibia y húmeda por las lágrimas, me pareció que una languidez mortal corría por mis venas. Margarita volvió la cabeza, arrojó una mirada sobre el sombrío horizonte; luego, descendiendo lentamente las gradas: Partamos, dijo.
Y en medio de aquella languidez espiritual y de aquella debilidad física, el deseo de ser santa ardía en su corazón con encendimiento tenaz, atormentándole con la punzada hiriente de una idea fija. Era aquella la única luz que, con parpadeo vacilante, brillaba en su existencia.
¡Un clérigo! exclamé tartamudeando. ¿Cree usted que podrá haber sido algún sacerdote católico? porque mis pensamientos se habían concentrado en ese instante en fray Antonio, que era, evidentemente, el guardián del secreto del Cardenal. ¡Ah! no puedo afirmarlo. No pude ver sus facciones. Sólo noté su sombrero. Me siento muy débil le dije, al apoderarse de mí un fuerte desvanecimiento y languidez.
Palabra del Dia
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