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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Si la trataban con rigor, malo; si con mimos, peor. Ya mujer, pasaba sin transición de las inquietudes epilépticas a una languidez mortecina. Sus melancolías intensas aburrían a las pobres mujeres tanto como sus excitaciones, determinantes de una gran actividad muscular y mental.
El murmullo de los pequeños torrentes, el rugido lejano de las ondas y el estremecimiento de los álamos, movidos por el viento, se armonizan con una dulzura indefinible y llevan al alma una languidez y una turbación deliciosa que se quisiera prolongar.
Voces largas y jubilosas resonaban a cada instante sobre las colinas. Ramiro dejose invadir por aquella languidez, por aquella holganza crepuscular que desunce los bueyes y refresca en cada cabaña la frente y el pecho de los labriegos.
Cuando hablaba, cuando sonreía, cuando se atusaba el bigote, cuando se estiraba las piernas, una irresistible languidez resplandecía debajo de estos actos vulgares. Presentación no pudo resistirla. Se encontró subyugada desde el primer momento.
La melodía comenzaba soñolienta, perezosa, yámbica; después, de pronto, tenía un impulso de pasión, un nervioso salto; luego tornaba a desmayarse, a caer en la languidez criolla de su ritmo desigual.
El licor que en lo sucesivo se llevaría á los labios, tendría que ser seguramente rico, delicioso, vivificante y en pulido vaso de oro; ó de otro modo produciría una languidez inevitable y tediosa, viniendo después de las heces de amargura que hasta entonces había apurado á manera de cordial de intensa potencia. Perla estaba ataviada alegremente.
Había caído la niña de Luzmela en una languidez insana y penosa. Todo su cuerpo apabilado se desmadejaba en trágico abandono. En sus ojos divinos ya no lucían ensueños ni ilusiones, ni en sus labios había sonrisas gloriosas, ni aleteaba en su pensamiento el ave azul de la esperanza.
Sin poder resistir el impulso, Quintanar tomaba el libro, después de quitarse el chaquet de alpaca y quedarse en mangas de camisa: tomaba el libro y leía.... «¡Vuelta al miedo! a la tristeza, a la languidez espiritual. Era en efecto el mundo una lacería, como decía el texto, y sobre todo en el verano. Vetusta era un pueblo moribundo.
Sufre con resignación cuanto le proporciona su culpa, y ni se queja, ni se lamenta, ni se arrepiente. ¿Amará Angué? ¿Obedecerá su languidez á uno de esos tiernos sentimientos que llenan el alma? No. Las pasiones de Angué, como todas las de su raza son momentáneas; aman hasta el delirio, pero olvidan hasta la absoluta indiferencia.
Hacia la parte opuesta, veíase una alcoba profunda cubierta de almohadas, para saborear la languidez que sucede a los baños. Pero no era la ancha pila cavada en el centro de la estancia y revestida de mármol, ni los cristales en forma de estrellas, ni los almadraques de terciopelo y de brocado lo que el mancebo observó con avidez sino la desnuda belleza de una joven sumergida en el agua.
Palabra del Dia
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